PARECE QUE FUE AYER
PARECE QUE FUE AYER

Por estos días de inicios de junio recuerdo que hace ahora 54 años se gestaba una decisión que resultó trascendental para mi vida, definitoria de lo que sería para siempre: el ingreso al periodismo a través de Prensa Latina, lo que oficialmente ocurrió el 13 de ese mes de 1969, tres días antes del décimo aniversario de creada esa agencia noticiosa latinoamericana.

Si estaba nervioso en aquellos momentos no lo recuerdo; tampoco tenía clara conciencia de aquel primer paso en mi vida laboral porque en los recién cumplidos 22 años nunca había percibido un salario por mi trabajo, incluso en el ICAP, que a los 19, como guía de visitantes, había hecho mi debut en un empleo (por el que me pagaron algo) y que –adicionalmente– me inauguró en las relaciones con el mundo exterior.

Llegué a la Agencia por indicaciones de un amigo-camarada de mi padre, importante funcionario en el Comité Central del PCC, al saber que yo deseaba dejar de ser estudiante de tiempo completo (Ciencias Políticas) para asumir mejor el matrimonio recién realizado y trabajar en algún campo afín a mis inquietudes sociales. O sea, que no comencé este camino por vocación ni inclinaciones intelectuales. Esas se formaron en la medida que aprendí de qué se trataba el periodismo.

Y comencé como correspondía, de auxiliar de redacción en la Zona África, bajo la dirección de un veterano aspirante a farmacéutico devenido diplomático y, posteriormente periodista nombrado Gerardo César Proenza. Y como era de suponer mis primeros turnos de trabajo fueron los de cierre de jornada, que terminaban a la 1 am, y por el cual recibí mis primeros 138 pesos.

Era casi el benjamín de los que se afanaban sobre las máquinas de escribir, revisaban largas tiras de papel de teletipos (aquellas ruidosas máquinas por las que se recibían decenas de otras agencias de todo el mundo) y “refritaban”despachos para despejar la hojarasca de la verdad e intentarla narrar sin adjetivos ni exceso de palabras. Esa fue una gran escuela de periodismo que nunca pasé, aunque mas tarde terminé graduándome de la carrera que había iniciado años antes.

Me resulta muy difícil resumir este más de medio siglo de avatares, de muchas dichas y algunas desdichas, sin mencionar a esos que me ayudaron a comenzar un camino sin fin porque si llegue casi por casualidad al periodismo, éste se introdujo en mi ADN existencial y ya hoy, a pesar del desgaste que ocasiona el paso del tiempo y padecimientos, casi todo, por no ser absoluto, lo metabolizo a través del prisma creado por esta obsesión, digo profesión.

Y sólo los nombro: añado a Gerardo, el españolito Domingo del Pino (traidorzuelo), el gallego Pedro Atienza, Leoncio Fernández, Carlos Mora, Aroldo Wall, Miguelito Viñas, Walter Jones, René Codina, Aurelio Martínez, Edel Suárez, Elmer Rodríguez, José Bodes, Manuel Fernández Colino, Jorge Timossi, Ricardo Agacino, Jesús Martí, Severo Nieto, Victorio Copa, Pedro Martínez Pírez, Roberto González y Luis McBean, entre aquellos veteranos cuyos criterios, consejos o indicaciones hicieron posible mis primeros pasos.

Aún conservo las primeras notas en Bohemia, de julio de 1969, en las que aparecieron mis tímidos materiales anónimos sobre el Medio Oriente y la bronca árabe-israelí, o, de años después, el texto desplegado en Verde Olivo que reflejaba el golpe de estado al arzobispo Makarios en Chipre o, mucho mas tarde, la entrevista que me concedió el principal dirigente de la RDA, Erich Honecker, que publicara Granma a un cuarto de página.

Son muchos los episodios vividos gracias al periodismo. De cada uno de los 61 viajes que realicé en misiones reporteriles o como dirigente del gremio cubano o latinoamericano. De cada estancia, de años o de días, a veces más de una vez, en las 31 naciones que tuve el privilegio de vivir o visitar. De las personalidades o gentes de valiosa significación que conocí, reporté sus acciones y/o pensamientos o entrevisté, así como de mis aventuras fotográficas, como teletipista o chofer de variados vehículos.

O de hechos o acontecimientos de los que fui testigo, como la agresión antisandinista en el norte de Nicaragua (por ahí tengo mi diploma de Corresponsal de Guerra); o la celebración del 70 aniversario de la Revolución de Octubre y el Congreso del PCUS donde se habló de perestroika; o los Congresos del PCC y las Asambleas Nacionales del Poder Popular, encabezadas por Fidel, a cuyas actividades di cobertura en varios de sus viajes.

Esta profesión hizo válida para mi la expresión de que “nada humano me es ajeno”, incluso cuando de fé se trata porque reporté la visita de Juan Pablo II a Nicaragua. He informado desde Juegos Olímpicos (Barcelona.1992), a Centroamericanos (La Habana-1982  y Guadalajara-2014) y Panamericanos (La Habana-1991). También de los experimentos realizados durante el viaje de Tamayo Méndez al Cosmos o numerosos Festivales Jazz Plaza.

Tantas cosas son objeto de sentirme pleno que debo refrenar su evocación, pero como olvidar la comida vietnamita, kampucheana o china, tan diferentes a la mía; o el sabor del seviche peruano, o el aguardiente brasileño nombrado de forma que en español sería una grosería (término vulgar de pene); o la tortilla omnipresente en la mesa mexicana; o el Zubrovka, vodka polaco con la hierbita que comían los bisontes en el interior de la botella; o el “gulash” húngaro, o la carne de jabalí búlgara, o el pastel con el que Guayasamín obsequió durante el cumpleaños de Fidel celebrado en su casa quiteña.

Aún sueño a veces con paisajes como las nevadas cumbres de los Andes camino a Santiago de Chile; o el majestuoso río La Plata desde una de cuyas riberas, la uruguaya, veía la capital argentina; o verme sembrado en la nieve del Vitosha, a cuyos pies, bajo un manto de espesas nubes, yacía Sofia, la capital búlgara; Pirámide del Sol mexicana, a cuya cúspide llegué a duras penas y no sabía como bajar con seguridad…

Como cuadro gremial del periodismo le debo el haber conocido todas las provincias de mi país y su Municipio Especial y tomar contacto con las realidades y desafíos de mis colegas o asumir responsabilidades en el ejecutivo de la organización regional que representa los más altos ideales humanistas de los trabajadores del sector en América Latina: la FELAP.

Parece que fue ayer todo lo narrado en estas rápidas líneas que encierran mi agradecimiento a los maestros virtuales, a la vida en Revolución, por servirla lo mejor que he podido a favor de la verdad, el conocimiento y la justicia social para todos. Nunca me arrepentiré de ser periodista revolucionario y cubano.

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