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2da Temporada/Julio 2025

Los generales negros de la guerra de independencia (1895-1898)

Los generales negros de la guerra de independencia (1895-1898)
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La variable color de la piel ha estado ausente de los análisis históricos por demasiado tiempo, pues, su inclusión ha sido un reclamo constante de especialistas muy serios y, también, de una parte del público lector. 

Los primeros argumentan que en un país multirracial y multicultural es necesario utilizar dicha variable para hacer más consistente o profundo el análisis social y acercarlo cada vez más a nuestra realidad. Comparto esta idea y la hago efectiva en este y otros artículos donde trataré desde diferentes ángulos el tema enunciado en el título de este artículo.

Ante todo, dejo claro que el “color” de la piel, es una referencia aproximada a la identidad y descripción de cualquier persona, por cuanto, siempre existen los matices en cualquier color. Hasta cierto punto, ese dato lo atestigua indirectamente nuestra foto carné en los documentos oficiales, como la tarjeta de identidad y el pasaporte; si bien no aparece explícito, escrito, en ninguno de ellos. Ha habido una discusión reiterada acerca de si la mención al color de piel de un ciudadano o ciudadana es una acción peyorativa u ofensiva, racista, en relación a dicha persona. 

En mi opinión, que pongo a disposición del lector, no es así, al menos, en el caso de quienes nos respetamos y respetamos a los demás. Siempre me he ubicado en la posición de sincera comprensión respecto a la igualdad del género humano y del ejercicio más completo y universal de ese derecho humano dentro de la sociedad.

Desde niña, vecina humilde de un barrio pobre (Pueblo Nuevo, La Habana), de población mayoritaria de piel negra, repudié el racismo por su profunda inhumanidad, injusticia, y por ser una cruda expresión de la ignorancia y el atraso cultural, amén del político, porque traiciona la dignidad del hombre y la mujer.

Dignidad del hombre y la mujer
La dignidad del hombre (y la mujer) fue una idea de origen y presencia sostenida en nuestra gesta independentista, antiesclavista y antirracista.

No desconozco que aún en mi país, a pesar de aspirar a poseer una cultura humana superior -probada en muchos sentidos, dentro y fuera de Cuba-, existen los y las que denigran nuestra política, instrucción, educación y cultura con menciones, gestos y chistes racistas de diversa índole, generalmente en el escenario de la vida privada, pues, conocen los riesgos que esto conlleva en la vida pública y disimulan oportunistamente.

Una vez hecha la aclaración anterior –infelizmente aún necesaria–,   continuaré exponiendo las razones que me impulsan a estos breves apuntes y reflexiones de corte historiográfico, con los cuales aspiro a divulgar importantes valores de las personalidades y grupos sociales negros, a veces poco conocidos, destacados y recordados, que integraron el movimiento independentista cubano. Más que nunca, hoy se hace necesario conocer con mayor profundidad y sin prejuicios nuestro pasado revolucionario.

En el año 2005, se editó y, posteriormente, salió a la luz un libro explicativo y valiente: Radiografía del Ejército Libertador 1895-1898 (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005), del historiador militar cubano Francisco Pérez Guzmán (1941- 2006 Doctor en Ciencias Históricas, Investigador titular del Instituto de Historia de Cuba y profesor titular adjunto de la Universidad de La Habana), cuya lectura y estudio me permito recomendar. Justamente, uno de los aspectos relativamente novedoso, un aporte, que se trató en esta obra esencialmente militar, fue el social (ver: capítulo II “El Ejército Libertador desde una perspectiva social”).

Las fuentes documentales sobre las cuales se basó el estudio fueron expuestas críticamente (destacando la relativa fiabilidad que corresponde a cada una)en los párrafos iniciales del capítulo II, son las más importantes: los libros de control de combatientes “que poseía cada regimiento, así como el personal de servicio de las brigadas, divisiones, Cuerpos de Ejército, los institutos de Sanidad Militar y Cuerpo Jurídico” (Pérez: 67) y las planillas de liquidación de haberes del Ejército Libertador. La muestra del estudio es amplia, comprende 2,881 oficiales y 36,133 soldados.

Particularmente, considero válido el enfoque crítico del autor, así como el análisis cuantitativo realizado en el epígrafe “Cómo se construyó la oficialidad y la jerarquía militar” (Pérez: 69-96), acierta en sus afirmaciones sobre las distinciones entre razas, que prefiero conceptualizar como “color de la piel”, y a las profesiones dominantes, que despliega en el epígrafe siguiente, “Las profesiones y ocupaciones laborales dominantes”, donde se exponen igualmente las brechas existentes entre la oficialidad de mayor rango y la subalterna y los soldados de fila.

Se verificaron por el autor, algunas conclusiones relevantes en el mentado capítulo que deseo subrayar: el bajo porciento de negros y mulatos entre los jefes de más alto rango (generales),  lo cual le provocó la siguiente interrogante, “¿Cuáles fueron las causas determinantes para que sólo alrededor del 13% de los no blancos llegaran al generalato?” Expresando a continuación: “Una supremacía blanca reiterada también en grados militares superiores como los coroneles, tenientes coroneles y comandantes” (Pérez:89). Preguntas similares se hace en cuanto a la participación de diputados a las asambleas constituyentes de Jimaguayú y la Yaya, y a la no integración de algún mambí de piel negra al Consejo de Gobierno.  Su respuesta hipotética es como sigue:
Atribuirle al racismo la reducida participación de los no blancos en la dirección político-militar de la Revolución, conduciría a excluir al muy determinante elemento cultural, al igual que la influencia social y la red de clientela formada en la manigua. (Pérez:90)
Por otra parte, incluyó, como otro indicador de interés, para tomar en cuenta,  la relación entre región-localidad-raza. (Pérez: 85) Había singularidades que no se podían explicar sin tener en cuenta la geografía, la base económica, etc.

Complejidad del problema
Todo lo anteriormente citado, explica la alta complejidad del problema que se debía abordar para hallar la respuesta más correcta y verdadera. Si bien el historiador advierte que:
Resulta innegable que en el Ejército Libertador brotaron actitudes discriminatorias hacia los mambises no blancos, como de cierta manera, también, se observa para aquellos blancos pobres e incultos. Ahora bien, para despejar el problema y eludir las confusiones, es preciso deslindar los casos de racismo real de otros hechos en los cuales los factores culturales, actitudes de mando, indisciplina y méritos militares, constituyeron las causas determinantes. (Pérez: 87-88)

Después de referirse a casos concretos en que se demuestra cómo afectaron o no los mentados indicadores -en especial el referido a la ilustración o instrucción- a la promoción de oficiales negros, en este caso al generalato (que abarcaba en el Ejército Libertador los grados de general de Brigada, general de División y Mayor general en grado sumo) Pérez Guzmán nos identifica los 18 generales negros y mulatos que había localizado en su estudio.  Estos se relacionaron en la nota 27, fuera del texto principal, al final del capítulo II, menciona a los siguientes:

Los generales negros y mulatos localizados durante la investigación fueron los mayores generales Antonio Maceo Grajales, José Maceo Grajales, Agustín Cebreco Sánchez, Adolfo Flor Crombet Tejera, Pedro Díaz Molina, José Guillermo Moncada y Jesús Sablón Moreno Rabí; generales de División Florencio Salcedo Torres, José González Planas, Juan Eligio Ducasse Reeve y Quintín Banderas Betancourt; generales de Brigada Juan Pablo Cebreco Sánchez, Dionisio Gil de la Rosa (dominicano de nacimiento), Alfonso Goulet Goulet, Prudencio Martínez Echeverría, Vidal Ducasse Reeve y Silverio Sánchez Figueras. (Pérez: 112-113)

Al contarlos, encontramos que solo suman 17. Falta uno: es el general de Brigada Luis Bonne Bonne, quien fue incluido y mentado en el libro, aunque no en la cita precedente. ¿Coincidirán estos 18 generales identificados con el 13% aproximado del total que Pérez Guzmán señalaba en su interrogante inicial?

Más adelante, leemos, casi al pie de la página 97 de la obra citada:
Hasta el presente se han localizado a 140 generales con diplomas expedidos por los dos Consejos de Gobierno y la Asamblea de Representantes de la Asamblea de Santa Cruz del Sur. No obstante, algunos de ellos no llevaron sus insignias durante la guerra, porque esa graduación la recibieron después de firmado el armisticio. (Pérez: 97-98).

A ese universo de 140 generales, sí se acerca el 13% de generales de piel negra: 18.2 en total.
Un estudio antecedente a la obra de Pérez Guzmán, el Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, autoría colectiva, del Centro de Estudios Militares del MINFAR (Ed. Verde Olivo, 2001, tomos I-III), conocido, mencionado y citado en la bibliografía de Pérez Guzmán, comprende las siguientes cifras de generales del Ejército Libertador: Mayor general 54; General de división 33; General de brigada 133. En total 220 generales. Se incrementa en 80 la cantidad de los140 generales mencionada por nuestro historiador, y disminuye al 8.18% la participación de generales negros mentados por él.

Sin embargo, es evidente que el 13% aproximado (del universo de 140 declarado por Pérez Guzmán) equivalente a18 generales, siempre representa una minoría de oficiales de piel negra con alta jerarquía militar, a pesar de que esto pudiera variar y aumentar en nuevos estudios.

Además de la ilustración, y, desde luego, de la capacidad de mando y, sobre todo el valor encerrado en los méritos militares, el segundo aspecto que desarrolla el historiador en el capítulo II para caracterizar a la alta jerarquía del Ejército Libertador durante la Guerra de Independencia, son las profesiones y ocupaciones laborales, las cuales apuntan a ser relativamente equilibradas entre la alta oficialidad.

Una muestra de 120 generales (Pérez;99-100), donde no aparece indicado el color de la piel, y de los cuales eran Mayores generales29, estos se clasifican así: 4 con títulos universitarios, 5 hacendados, 9 en labores agrícolas, relacionados con el comercio 3, propietarios 5, carpintero 1 y empleado 1. Mientras que, los 27 generales de División corresponden a: 6 con títulos universitarios, 8 hacendados, en labores agrícolas 4, relacionados con el comercio 3, propietarios 4, militar 1 y periodistas 2.

La variedad de ocupaciones es mayor entre los 64 generales de Brigada: 18 poseen títulos universitarios; 10 eran hacendados; en labores agrícolas hay 8 y relacionados con el comercio 10, propietarios 4, militares 3, periodistas 1, instrucción pública 1, artesano 1, empleados 2, administrador de finca 1, administrador de hacienda 1, maestro de azúcar 1, mayoral1, mayoral de finca 1, mecánico 1.

Debo recordar que, solamente a menos de 9 años de dar inicio el levantamiento insurreccional del 24 de febrero de 1895 –en octubre de 1886–,  se produjo la emancipación oficial (formal) de los esclavos “patrocinados”. Así las cosas, no hubo un período de tiempo suficiente para que la población de piel negra lograra una mínima integración social dentro de la Colonia. Por lo que considero que muchas de las profesiones y ocupaciones laborales mencionadas con anterioridad, pudieran no corresponder a los altos oficiales negros o mulatos.  En próximos trabajos trataré de desarrollar esta cuestión.

Hermanos de sangre
El tema de los hermanos de sangre que conformaron la alta jerarquía militar de piel negra en la Guerra de Independencia, también me parece de mucho interés. Los generales Maceo Grajales, Antonio y José, son bien conocidos. Otros como los Cebreco Sánchez (Agustín, José Candelario y Juan Pablo), y los Ducasse Reeve (Juan Eligio y Vidal), merecen también atención y recordación.

Asimismo, aquellos que pelearon en las tres guerras (la Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita y la de Independencia), entre otros muchos especialmente destacados por sus hazañas en la Invasión de Occidente y en las campañas posteriores. Espero dedicarles a ellos algunos de mis breves reseñas de corte biográfico.

Tejer una vez y otra nuestras tradiciones independentistas, recuperarlas y conservarlas, para hacerlas llegar a las nuevas generaciones, con todo el esplendor que les corresponde, es amar nuestra Historia de modo práctico, con la mira puesta, también, en convertirla en la rica fuente de la cual se nutran, en el futuro inmediato, las artes y la literatura por igual. 

Abrir espacio presente y futuro a la heroica epopeya en que deviene el sacrificio de todo el pueblo cubano -hasta hoy en pie de lucha por consolidar la nación, al país- otorga un sentido más profundo a la poética de las artes y mayor proyección a la cultura cubana acerca del lugar de nuestra singularidad dentro de lo universal.

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