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Generales y soldados negros de la Guerra de Independencia 1895-1898: apuntes y valoraciones

Generales y soldados negros de la Guerra de Independencia 1895-1898: apuntes y valoraciones
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Todavía, en estas primeras dos décadas y media del siglo XXI, corren tiempos de continuas pruebas de la heroicidad del pueblo cubano en su empeño de defender y consolidar la nación y su proyecto de desarrollo republicano y socialista. Ello nos induce a leer y releer, críticamente, acerca de la epopeya librada durante los 30 años de guerras por la independencia de Cuba (1868-1898).

Aquellas guerras, al igual que la lucha por la liberación nacional librada en pleno siglo XX (1953-1959), en el presente son parte muy importante de nuestro valioso legado histórico, político e ideológico. Nos estimulan a comprobar y ahondar nuestros conocimientos sobre el proceso fundacional de la nación cubana y sus héroes legendarios. Hoy, me acerco intencionalmente a los soldados de piel negra. 

Existe la necesidad de ampliar y conocer mejor el panorama historiográfico referido al tema de los soldados y oficiales negros; en especial, de quienes obtuvieron sus títulos y cargos durante la Guerra de Independencia (1895-1898). Les refiero algunas de mis razones para tal propuesta. 

Me parece necesario recordar y subrayar, que el conocimiento de la Historia de Cuba impartido entre nuestra población escolar infantil y adolescente, no pocas veces resulta escaso y/o de calidad insuficiente para su formación patriótica y cívica. Esta lamentable situación depende mucho más del interés y preparación de las y los maestros o profesores en el aula, que del programa organizado institucionalmente para cada grado escolar. 

En mi opinión, se debe insistir en la divulgación de los procesos, hechos y actores individuales (personajes relevantes) y colectivos de nuestra historia, utilizando todos los medios de comunicación masiva posibles, incluyo entre estos el cine documental o de ficción, la prensa impresa, radial, televisiva y digital. Ningún medio resultará en vano. Muy al contrario, cumplirían un objetivo central: fomentar un ambiente integral de cultura histórica, en el cual vendría a ser natural la curiosidad por abundar y profundizar en materia tan esencial, para la formación de la personalidad y cultura individual de las nuevas generaciones de cubanas y cubanos.

Contribuiría también a despertar en ellos la identificación del sentimiento patriótico, una de las virtudes imprescindibles para el cabal desempeño del ciudadano o ciudadana en la sociedad cubana contemporánea (algo imprescindible para avanzar en todos los campos del desarrollo social).

Conocer el ejemplo de personas reales, que vivieron y templaron su voluntad en momentos extremadamente difíciles, muy hostiles. A pesar de ello, tuvieron ideas claras sobre la impostergable necesidad de la independencia y soberanía de la Patria; apreciaron el valor de su libertad individual y de la colectiva, del pueblo cubano.

Ofrendaron sus vidas a la lealtad inquebrantable hacia los principios organizativos básicos de la lucha armada que libraban y, no obstante, ser analfabetos, gran parte de ellos; carecer de riquezas materiales que defender y proteger, construyeron una preciosa guía moral para los adolescentes y jóvenes de ayer, hoy y mañana.  

Mangoché o José Isabel Herrera, encarnó una de esas personalidades, a las que hice referencia anteriormente. Él fue, en 1896, un soldado adolescente de 15 años, o menos edad, nacido al sur de La Habana -en el pueblo de San Felipe. Era de piel negra, muy humilde, analfabeto. Se incorporó por voluntad propia al Ejército Libertador el 15 de septiembre de 1896. Peleó como soldado raso, con hambre, a veces vestido solamente con un simple taparrabo o desnudo; con o sin armas, con o sin caballo, a pie. 

Logró en 1898, concluir vivo, su dura experiencia de la guerra.  Recibió a cambio un pago miserable de 75 pesos cubanos por los tres años de servicio activo. Como joven veterano, ya había cumplido 18 años, los gobernantes de la primera República le obsequiaron con la más ingrata desatención y olvido, 

José Isabel aportó su valioso testimonio histórico biográfico 50 años después, en un libro guerrero, elaborado con esfuerzo y tesón por él mismo: Impresiones de la Guerra de Independencia, que fue publicado por vez primera en junio de 1948, cuando ya era viejo. Como no sabía escribir, le dictó sus recuerdos a una nieta. Su obra nos relata las penalidades que padeció y los numerosos combates en los cuales participó directamente en el territorio del sur habanero.

El libro es fiel a lo que él vivió y vio; va salteando sus páginas con agudas reflexiones, posiblemente hechas a lo largo de muchos años de conversaciones y recuentos, de compartir sus memorias y opiniones con otros soldados negros veteranos, a quienes menciona e indica su localización, como prueba de la fiabilidad de su historia. Esta última, fue similar a las de otros miles de soldados cubanos (todos pobres, de piel negra, blanca o meztiza) que se encontraban bajo el mando directo de algunos de nuestros más o menos conocidos Generales negros. 

Al inicio del libro “A manera de prólogo”, José Isabel se identifica: “Relato verídico narrado por el soldado del Ejército Libertador José Isabel Herrera, Mangoché, perteneciente al Regimiento Calixto García, creado por el coronel Aurelio Collazo.” (Herrera: 1) Y con ingenuo pudor, dejó bien claro al lector, que lo que presenta no es una obra literaria. 

La 2ª edición de la obra fue puesta a consideración de la Editorial de Ciencias Sociales por el doctor Fernando Martínez Heredia -según afirma Luis M. de las Traviesas Moreno en su “Nota editorial a un testimonio de Campaña”, y con posterioridad aprobado, editado y finalmente publicado en 2008.

Francisco Pérez Guzmán (Güira de Melena, La Habana, 1940-2006), historiador militar cubano de gran prestigio, le hizo un comentario a la obra de Mangoché en la citada edición. Lo tituló “De la mano de Mangoché”. Es una sustanciosa presentación de la misma.  Sus opiniones, como buen especialista, tienen mucho valor historiográfico. También, porque fue un conocedor a fondo de aquel libro, el cual ya había citado entre las fuentes bibliográficas de una de sus obras tempranas: La Guerra en La Habana Desde enero de 1896 hasta el combate de San Pedro (Editorial de Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, 1974).

Justamente, en el texto antes citado, Capítulo I “La guerra en la provincia de La Habana, del 7 de enero hasta el 7 de diciembre de 1896”, Pérez Guzmán realizó un amplio y profundo análisis de ese período de la Guerra del 95, para mí este fue el marco ideal para ubicar la obra de Mangoché. En particular, el historiador destacó la creación de las fuerzas combatientes integradas por habaneros y dirigidas por generales y otros altos oficiales de esa provincia, todos ellos formados bajo el mando del Generalísimo Máximo Gómez Báez.

Igualmente, se refirió a las tácticas de “guerra de guerrillas”, que se emplearon conforme a la estrategia diseñada por el mismo Gómez, para el caso de la guerra contra los españoles en La Habana (Pérez: 32-38 y 46). 

Mangoché no fue la excepción dentro de las filas del Ejército Libertador. En su relato consta la presencia de alrededor de una veintena de adolescentes negros, casi niños, que combatieron, y murieron en su mayor parte cerca de él. Eran los auxiliares de oficiales de cierta jerarquía, a quienes aprendieron a admirar por su probada hombría, bravura y lealtad.  

Las frases finales del libro de Mangoché, después de contarnos y opinar sobre el final ingrato de los soldados desmovilizados del Ejército Libertador en agosto de 1898, desempleados, desatendidos y  sumidos en la miseria, nos ofrece la medida de los sentimientos patrióticos que siempre lo acompañaron, tanto en la guerra como en la vida civil “pacífica”, a lo largo de los primeros cuarenta años de la República: “Ejemplos para los buenos cubanos y para los soldados actuales que no deben reparar en sacrificios, todo ahora y todo luego por la Patria:¡Viva Cuba Libre! Un Mambí”. 

No considero que deba añadir más argumentos para respaldar mi proposición inicial.

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