Es ampliamente conocido por los cubanos que el 16 de noviembre de cada año se celebra un aniversario de la villa San Cristóbal de la Habana, fundada en 1519 y que celebró el pasado 2019 sus primeros 500 años, lo cual la sitúa como una de las más antiguas ciudades de América.
Los más interesados en la historia de esta urbe que cumple ahora 505 años conocen que este fue su tercer asentamiento, pues tuvo, entre 1514 y 1519, al menos otros dos antes del fundado alrededor del Templete por los conquistadores como la sexta villa del Reino de España en Cuba, con el nombre de San Cristóbal de La Habana.
En ese lugar a la orilla de la bahía hubo una ceiba y bajo su sombra se celebró la primera misa y el Cabildo recibió la guarda y custodia de los fueros y privilegios de la villa de La Habana, según costumbre y usanza de las leyes de Castilla. La columna conmemorativa de la fundación de la ciudad fue erigida por el gobernador español don Francisco Cagigal de la Vega hasta en 1754, cuando la vieja ceiba no pudo sostenerse más.
Aunque hay varias hipótesis del origen de este nombre, la más aceptada surge de la fusión del nombre del santo escogido como patrón (San Cristóbal) y el nombre del cacique taíno Habaguanex [abaguanéks], que controlaba la zona del primer asentamiento.
Uno de los primeros mapas de Cuba, el de Paolo Forlano, sitúa la villa en 1514 en la desembocadura del río Onicaxinal a orillas de la Playa Mayabeque, en la costa sur de Cuba. Otro asentamiento en mapa posterior la sitúa en La Chorrera, zona del actual Vedado junto al río Almendares, al que los aborígenes llamaban Casiguaguas.
En algunos mapas y escritos de la época de la conquista se menciona un puerto militar estratégico para la Corona Española denominado De Carenas, y que algunos historiadores asocian con la bahía de La Habana por su posición, seguridad y escondida entrada que pasaba inadvertida para quien no la conociera atentamente.
Confirma esa hipótesis que años más tarde La Habana se convirtió en un astillero muy importante y famoso por la calidad de las maderas que empleaba y la habilidad de sus artesanos y carpinteros de ribera, construyéndose aquí La Santísima Trinidad, un buque insignia de la Armada española.
Precisamente, las ventajas que ofrecía esa bahía de la costa norte de Cuba hicieron aconsejable trasladar la villa hacia allí y se convirtió en la principal base de operaciones mercantes para las expediciones que partían hacia el viejo continente.
El auge del tráfico marítimo y las condiciones de abrigo que ofrecía la bahía, con el paso de los años contribuyeron a transformar a la capital de la Mayor de las Antillas en una de las ciudades más importantes de las colonias españolas en América.
La importancia estratégica de La Habana y las riquezas que a ella llegan y de ella parten la convirtieron en codiciado objetivo de piratas y galeones con patente de corso de las potencias enemigas de la Corona Española.
El 10 de julio 1555 el corsario francés Jacques de Sores atacó y tomó La Habana después de sitiar durante un día a los defensores de la primitiva fortaleza y haber huido cobardemente el gobernador hacia el vecino emplazamiento de Guanabacoa.
Hasta el 5 de agosto el pirata y sus hombres permanecieron en la villa y, molestos por el miserable rescate que le dieron, quemaron la ciudad y robaron cuanto pudieron. Se narra que prendió la hoguera con las actas capitulares de hecho, no queda referencia escrita alguna de los primeros años de La Habana y solo se tienen nuevamente las actas capitulares a partir de 1556.
En 1561 la Corona española dispone que la ciudad sea el lugar de concentración de sus naves procedentes de las colonias americanas antes de iniciar la travesía del océano, por lo cual construyen defensas militares a la entrada de la bahía de La Habana y en sitios estratégicos y logran hacer de ella la ciudad mejor defendida del Nuevo Mundo.
Oro y plata, lana de alpaca de los Andes, esmeraldas de Colombia, caobas de Cuba y Guatemala, cueros de La Guajira, especias, palo de tinte de Campeche, maíz, patatas, mandioca, cacao llegan en los veleros al puerto mejor protegido de América, para formar los grandes convoyes custodiados por naves militares que parten en días señalados rumbo a España.
Con ellos, miles de marinos, funcionarios, colonos, comerciantes, aventureros llegan a la incipiente ciudad, que crece desde el puerto a ritmo vertiginoso.
El 20 de diciembre de 1592, el rey Felipe II confiere a La Habana el título de ciudad, 29 años después de que el gobernador de Cuba trasladara a ella su residencia oficial desde Santiago de Cuba, sede hasta entonces del gobierno de la Isla.
En 1649 una epidemia de peste llegada de Cartagena de Indias, en Colombia, extermina a una tercera parte de la población habanera. El 30 de noviembre de 1665, la reina doña Mariana de Austria, viuda de Felipe IV, ratifica el escudo antiguo de Cuba, que tenía como símbolos heráldicos los tres primeros castillos de la ciudad: el de la Real Fuerza, el de los Tres Santos Reyes del Morro y el de San Salvador de la Punta, como tres torres de plata sobre campo azul. Además, una llave de oro que simbolizaba el título de «Llave del Nuevo Mundo», concedido muchos años antes a la ciudad.
A mediados del siglo XVIII, La Habana tenía más de 70 mil habitantes y su auge y posición estratégica despertaron el apetito del imperio británico por conquistarla tras dominar la península de La Florida.
La toma de La Habana por los ingleses
La presencia de una poderosa escuadra inglesa frente a La Habana el 6 de junio de 1762 sorprendió a las autoridades españolas, a pesar de que en el puerto había anclados 14 buques de guerra que representaban la quinta parte de las fuerzas navales de España.
Al acercarse la escuadra inglesa, el gobernador español de la Isla, Juan del Prado Portocarrero, reforzó de inmediato la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, envió tropas a Cojimar y puso en pie de guerra a todos los pobladores. Pero, cometió el error que le costaría luego ser juzgado en una corte militar de, en lugar de sacar de la bahía los buques de guerra para enfrentar combate en mar abierto a la armada inglesa, cerró la entrada del puerto con cadenas y hundió tres embarcaciones para bloquear su entrada y salida.
La toma de La Habana por los ingleses, ocurrió en agosto de 1762, durante la denominada Guerra de los Siete Años que enfrento a las fuerzas inglesas y sus aliados contra las hispánicas debido a la alianza entre el Reino de España y Francia, enemigo tradicional de Inglaterra.
La armada británica estaba al mando del almirante George Pocock, y la integraban 27 navíos de línea, 15 fragatas, tres bombardas que montaban 2,292 piezas de artillería, y 150 transportes, con un total de 22,326 hombres, y aún habían de agregarse 4,000 procedentes de Nueva York y Charlestown.
Uno de esos nuevos refuerzos era un joven con grado de capitán que respondía al nombre de George Washington, quien más tarde sería uno de los líderes del movimiento independentista de las Trece Colonias y luego Presidente de los Estados Unidos.
A la llegada de los británicos la tropa regular que guarnecía a la plaza, contando a todos los marinos y la infantería de la escuadra naval, estaba compuesta por unos 2,800 soldados, y poco más de 5,000 hombres de las compañías de milicias y paisanos voluntarios.
Al enterarse varios oficiales hispanos y políticos criollos que las fuerzas inglesas habían desembarcado por una playa cercana a sus comarcas comienzan a preparar partidas de milicianos para enfrentar al invasor. Uno de los milicianos que se hizo famoso por su valentía frente a la ocupación británica fue el Alcalde Mayor de Guanabacoa José Antonio Gómez, más conocido como Pepe Antonio, quien un día después del desembarco, organizó una partida de 70 hombres, para enfrentar a los invasores. Este enfrentamiento se convirtió en la primera carga al machete realizada en tierras cubanas, un siglo antes de que esta acción se hiciese famosa en las manos de Máximo Gómez y Antonio Maceo. Entre ese día y el 13 de junio sostuvo varios combates contra los invasores, a quienes tomó más de medio centenar de prisioneros.
Finalmente, el 12 de agosto los defensores españoles firman la capitulación de la ciudad ante los ocupantes británicos, poniendo fin al sitio que, en palabras de Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, fueron dos meses de resistencia, con escasez de agua y fuego sobre la ciudad, con organización popular en defensa de un suelo donde ya la criollez florecía, y donde todavía el concepto de Patria abarcaba no solamente nuestra Isla y archipiélago, sino a la patria española que era también en ese momento, la nuestra.
Se calcula que sobre la urbe y sus defensas cayeron hasta 3,070 bombas y granadas y perdieron la vida miles de personas, entre los defensores y la población civil.
La Toma de La Habana fue una jugosa victoria para las fuerzas británicas. En ella le destruyeron a España una escuadra entera. Significó la pérdida de un puerto que dominaba el camino hacia el Golfo de México y un extenso territorio. Además, los ingleses conquistaron una inmensa cantidad de artillería, armas portátiles, municiones, pertrechos, y unos tres millones de libras esterlinas en plata, tabaco y otras mercancías contenidas en los almacenes de la Habana.
Una vez instaurado el gobierno inglés en La Habana el descontento popular se demostró de muchas maneras. Los ocupantes se instalaron en las casas abandonadas por familias criollas que huían del conflicto, mientras otros obligaron a las familias que se quedaron en la ciudad a abandonar sus casas o compartirla con las tropas, tomaron los hospitales y saquearon iglesias.
En burla a los militares ingleses, o casacas rojas, los cubanos les decían los mameyes por el color rojizo de su uniforme. Así, cuando se daba el toque de queda al caer la tarde, o cuando los ingleses irrumpían en cualquier lugar, se decía que “llegó la hora de los mameyes”, una expresión que ha perdurado hasta la actualidad sin que muchos cubanos conozcan su procedencia.
Durante la ocupación inglesa la situación de los esclavos empeoró, pues éstos exigieron en la capitulación que les fueran entregados todos los esclavos del rey y aumentaron la trata con 10,700 esclavos africanos importados. Algunos habaneros apresaron negros libres y los vendieron después a particulares.
Sir Georges Keppel gobernó La Habana durante 11 meses, hasta mediados de 1763, cuando los británicos la devolvieron a los españoles a cambio de La Florida. A este período se remontan la libertad de comercio y la de culto, en éste aspecto destaca el inicio de la masonería, fraternidad introducida por los soldados británicos.
A pesar de los firmes intentos de la metrópoli hispana por erradicarla, estas ideas tomaron fuerza entre los criollos cubanos y al iniciase las guerras por la independencia de Cuba en la segunda mitad del siglo XIX muchos de los insurgentes eran masones
Aunque la villa volvió a ser española, las cosas nunca serían iguales, desde el 6 de julio de 1763, amanecía una nueva Habana hispánica, con más autonomía, un creciente sentimiento nacionalista y fuerte emigración ibérica.
La Habana, crecimiento urbano, inversiones de la mafia y rebeldía popular
Después de la retirada de los ingleses a mediados de 1763 la población de La Habana creció considerablemente, impulsada por su estratégica posición para el comercio y el tránsito marítimo, y se convirtió hasta 1958 en Las Vegas del Caribe para la mafia estadounidense por su cercanía geográfica con La Florida.
Puesto que España no tenía ya el monopolio del comercio, La Habana se volvió una ciudad floreciente y en 1818 era puerto libre. Se instalaron en ella el lujo y la voluptuosidad, la burguesía criolla enriquecida hacía construir esplendidas mansiones, mientras la pobreza crecía en su periferia.
Hacia la década de 1850, el desarrollo de la industria azucarera, el ferrocarril, la industria tabacalera, entre otras, produjeron en Cuba una pujante economía y La Habana fue el vivo reflejo de esa prosperidad. En 1863, las murallas de la ciudad fueron derribadas para que pudiera ampliarse la urbe y a fines del siglo XIX, las clases acomodadas se trasladaron al elegante barrio del Vedado.
Después de dos guerras de independencia de los patriotas cubanos, La Habana vivió los últimos momentos de la colonización española en América cuando el acorazado estadounidense Maine fue hundido en su puerto el 15 de febrero de 1898, dando a los Estados Unidos el buscado pretexto para invadir la Isla e impedir su independencia con el triunfo de los mambises.
El cambio de siglo transcurre en La Habana, y por lo tanto en Cuba, bajo la ocupación y el gobierno de los Estados Unidos. Finalizada la ocupación con el inicio de la República Mediatizada, se refuerza la influencia estadounidense con numerosos edificios desde los años 30, ente ellos el Focsa, los hoteles Habana Libre, el Nacional, y suntuosos casinos y clubes nocturnos.
Entre 1915 y 1930 el turismo era una de las principales fuentes de divisas de Cuba, superada solo por el azúcar y el tabaco. En La Habana prevalecía una actitud libertina en todo lo relacionado con el placer, y por ello era el destino más popular del Caribe para los estadounidenses, quienes buscaban evadir las restricciones impuestas por la Ley Seca en ese momento.
Luego de experimentar una drástica disminución en el flujo de turismo hacia la isla, causado, principalmente, por la Gran Depresión, el fin de la Ley Seca en Estados Unidos y la Segunda Guerra Mundial, La Habana recibió numerosos visitantes hacia los años 50, cuando el crimen organizado estadounidense se apoderó de una buena parte de las industrias del ocio y el turismo del país.
Los jefes de la mafia estadounidense controlaban el juego en La Habana. Santos Traficante era dueño del famoso cabaret Sans-Souci (hoy Tropicana), llegó a controlar acciones del Sevilla e inauguró un casino en el Hotel Plaza; Meyer Lanski dirigía el juego en el Hotel Riviera y Lucky Luciano en el Hotel Nacional, donde celebró la mafia su histórica reunión para repartirse los negocios en Cuba, mientras crecían los barrios de barracas alrededor de la capital.
Fue la asociación del turismo estadounidense con el mundo del juego y la prostitución lo que hizo que desde 1959 con el triunfo de la Revolución se viera este sector como un mal social que debía ser eliminado completamente.
Muchos bares y casas de juego fueron clausurados por la Revolución, y una nueva institución gubernamental, el Instituto Nacional de la Industria Turística, asumió el control de muchos locales, anteriormente asequibles sólo para los acaudalados, y los puso al alcance de la población. Con el deterioro de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, y la imposición por Washington de un bloqueo comercial, económico y financiero contra la isla en 1961, el turismo experimentó una caída drástica. No fue hasta 1989, tras el inicio del derrumbe del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo, cuando el gobierno cubano decidió invertir sumas significativas en el sector y reanimó la industria del turismo, la principal fuente económica de La Habana y de toda Cuba.
En su crecimiento desmedido hacia el oeste, sur y este, La Habana fue anexándose otros asentamientos entre los siglos XVI y XX hasta constituir un gran núcleo urbano metropolitano. Algunos de los territorios que hoy la integran habían alcanzado títulos de ciudad o villas como Marianao, Guanabacoa y Regla. Otros se tipificaban como pueblos, poblados o caseríos, quedando unidos a la ciudad por una cadena de barrios, repartos o comunidades.
La Habana es hoy la mayor ciudad de Cuba y del Caribe insular y aunque no llega al nivel de las “mega ciudades» en las Antillas no hay ciudad más poblada.
También lo es desde el punto de sus dimensiones. La capital cubana con su entorno metropolitano es superior en extensión a varias islas de las Antillas Menores que constituyen naciones como Guadalupe y Martinica, y hasta minúsculos estados del Viejo Continente son más pequeños que esta ciudad, como Andorra, Luxemburgo, San Marino, El Vaticano y Mónaco.
Los habaneros siempre estuvieron presentes en todas las luchas del pueblo cubano por la independencia de España, el rechazo a la ocupación inglesa, y luego contra todas las dictaduras que se sucedieron en el país en el período neocolonial, desde 1902 hasta diciembre de 1958. Bastaría mencionar los nombres de José Martí y Julio Antonio Mella, encabezando una larga lista de próceres habaneros, junto a revolucionarios de nuestra Guerra de Liberación como Camilo Cienfuegos, y combatientes del asalto al Palacio Presidencial y la lucha clandestina, todos los cuales pusieron muy en alto su origen capitalino.
La Habana, hermosa y pujante joven de más de cinco siglos
Hermosa, bella, ciudad maravilla, muchos son los calificativos de esta urbe que en su larga historia desde su fundación oficial el 16 de noviembre de 1519 fue ocupada por piratas, ingleses y norteamericanos, pero nunca doblegada y siempre rebelde.
La capital de Cuba creció de manera sostenida e impetuosa, desde unos 70 mil habitantes a mediados del siglo XVII hasta tener más de dos millones de habitantes, equivalente a alrededor del 20 por ciento de la población del país, sin contar la numerosa población flotante.
Es la más pequeña de las 15 provincias de Cuba, aunque con los índices más altos de habitantes por kilómetro cuadrado. Administrativamente está dividida en la actualidad en 15 municipios interconectados entre sí, de los cuales en Plaza está la sede del gobierno, de los ministerios fundamentales y el distrito financiero de la ciudad, en tanto en el municipio de Playa esta la zona de embajadas.
La capital atesora su Centro Histórico, objeto de un gigantesco trabajo de restauración por el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, fallecido el 31 de julio de 2020, y cuyo conjunto arquitectónico fue declarado en 1982 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Una de sus grandes atracciones es el Malecón habanero, esa amplia avenida de seis carriles que se extiende por ocho kilómetros del litoral norte de la capital y cuyo proyecto de rehabilitación para prevenir inundaciones lo hará aún más bello cuando el país tenga recursos para realizarlo.
Imposible dejar de mencionar que esta ciudad tiene el más completo conjunto de fortalezas defensivas de la época colonial. En 1763 se comenzó la construcción de la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, la mayor de las construidas por España en el Nuevo Mundo, que duró más de 11 años a un costo enorme para apuntar su sistema defensivo tras la ocupación inglesa. En la actualidad es la sede principal de la Feria Internacional del Libro y de la Bienal de La Habana, entre otros eventos.
Junto a La Cabaña, están el Castillo de la Real Fuerza, el de San Salvador de La Punta, los Torreones de San Lázaro y La Chorrera, los Castillos de Atarés y de los Tres Reyes del Morro, a la entrada de la bahía y faro del siglo XVIII.
En la misma zona histórica de la ciudad, colindante con los territorios de los municipios de Centro Habana, Habana Vieja, Regla, Guanabacoa y Habana del Este se ubica la bahía de La Habana, uno de los puertos más importantes de la zona del Caribe y una de las bahías más grandes y seguras de América y del mundo, en forma de bolsa lo que le confiere seguridad a los barcos que acoge.
Las plazas son otros sitios emblemáticos. La Plaza de Armas y la Plaza Vieja en el Casco Histórico son tan visitadas como la histórica Plaza de la Revolución José Martí con su gigantesca escultura del Apóstol, detrás de la cual está desde 1965 el Palacio de la Revolución, con las sedes del Gobierno, del Consejo de Ministros y del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
El Capitolio Nacional de Cuba fue construido en 1929 para alojar el Senado y la Cámara de Representantes, y su imponente construcción quedó remozada totalmente, incluida la Estatua de la República. El Capitolio es ahora la sede del Parlamento Nacional y, a su costado, está el Gran Teatro Alicia Alonso, inaugurado en 1915 y remozado como sede del Ballet Nacional de Cuba.
De gran interés para turistas y nacionales es también el Cementerio de Colón, el más famoso y grande en América por su belleza y la magnificencia de sus esculturas y el tercero de importancia mundial, precedido solamente por el de Staglieno en Génova, Italia, y el de Montjuic en Barcelona, España.
Después del triunfo revolucionario en La Habana se realizaron importantes construcciones de centros escolares, culturales, deportivos, hospitales, de servicios, incluyendo la heladería Coppelia en el centro moderno de la urbe, y se acondicionaron otros edificios, entre ellos la Casa de Las Américas, de reconocida relevancia internacional.
Larga historia de lucha tiene la Universidad de La Habana, ubicada recientemente entre las mejores del mundo por su excelencia académica y que forma un conjunto con los otros centros de educación superior ubicados en la capital, entre los que destaca la Escuela Latinoamericana de Medicina, creada por Fidel Castro hace 21 años y que ha formado más de 30 mil médicos de 118 países convirtiendo sus sueños en realidad.
La Habana continúa siendo el centro de una gran parte de la producción industrial nacional, además de ser sede de los más importantes centros de desarrollo científico, previsión del comandante en Jefe Fidel Castro Ruz que sitúa hoy a Cuba entre los pocos países capaces de hacer vacunas contra la COVID-19.
La bella Habana sigue joven y más bella cada día, a pesar del bloqueo de más de 60 años que intenta sin lograrlo asfixiar al pueblo cubano, y borrar de sus rostros las sonrisas que continúan y continuarán recibiendo a sus visitantes para reafirmarles que han llegado a la capital de un país que nació para vencer.