El gobierno cubano está consciente – y así lo han expresado el primer ministro Manuel Marrero y otros altos dirigentes– que con los salarios y pensiones por jubilación actuales no se puede vivir dignamente en este país. Ganar menos de cinco mil pesos y hasta el doble en un mes poco resuelve a una persona para cubrir sus necesidades básicas, es decir, alimentarse de manera correcta y pagar gastos imprescindibles.
En la situación que atravesamos, donde la inflación escala y la entrada de dinero en las familias sigue inamovible, los jubilados se llevan la peor parte y, especialmente, una buena parte de ellos que reciben pensiones menores de dos mil pesos.
No todos los adultos mayores reciben remesas del exterior, ni a todos pueden ayudarlos sus familiares más cercanos. Sus hijos y nietos dan una mano cuando pueden, pero –bien mirado- es el Estado el responsable que reciban una pensión acorde con sus necesidades por respeto a las muchas décadas entregadas a sus trabajos –donde además pagaban su porcentaje para la futura jubilación– y porque son el eslabón más frágil de la sociedad.
Son muchos los que, con edades avanzadas, han tenido que volver al trabajo. No porque se sientan hábiles sino por necesidad monetaria. Se faltaría a la verdad al decir que quienes trabajaron la mayor parte de su vida con la obligación de rendir correctamente en su empleo (algunos muy duros) ahora no quisieran dormir una mañana, comerse buenos y agradables alimentos, pagarles un helado a los nietos, invitar un día a los amigos a compartir o comerse una pizza. Cuestiones elementales del buen vivir.
Aunque es cierto que hay mecanismos implantados para ayudar a los ancianos –como el llamado cuidador de la Seguridad Social al que le paga el Estado- también es cierto que los sueldos por esa labor son bien bajos y escasean, y, por otra parte, solo el interesado podrá decir a quien deja entrar en su casa. Algo difícil para muchos que la pasan en solitario y ni siquiera pueden salir de sus viviendas. Además, si tienes un hijo/a o un nieto que pueda atenderte (aunque no viva contigo) estás fuera del sistema que brinda tal protección.
También tenemos el Sistema de Atención a la Familia (SAF) que, luego de trámites y verificaciones es otorgado a determinados individuos. ¿Saben cuánto cuesta un almuerzo en esos comedores comunitarios? Según beneficiados por el SAF, 16.00 pesos diarios, es decir 496 pesos al mes.
Si usted recibe 1 680 pesos de pensión mensual, ¿cómo paga el almuerzo en este comedor, donde además la comida está acorde con la situación nacional? Poca y en muchos lugares, deficiente.
Hay maneras, en mi opinión, de aliviar la situación en la que sobreviven los ancianos cubanos. Una de estas, postergada desde hace años, es avanzar en el subsidio a las personas y no a los productos, algo previsto desde hace años en la estrategia, aunque no acaba de concretarse, pese a que somos una sociedad con diferencias sociales cada vez más marcadas, en la que quienes más ingresan no pueden recibir los mismos beneficios de los más vulnerables.
Pregunto: ¿Por qué a quienes viven solos y dependen de su magra pensión no se les exime de pagar la llamada canasta básica, que además de poca es cara para un bolsillo exiguo?
¿Por qué no se les brinda de manera gratuita la comida ofrecida en el SAF, cuando hay conciencia de que es cara y poco agradable?
¿Por qué no se les brindan de manera gratuita los medicamentos –que son muchos en la mayoría de los casos- y se les facilita la venta para que no tengan que pasar madrugadas en cola para coger un turno en las farmacias?
¿Por qué tienen los ancianos que pagar cuando viajan en transportes públicos? ¿Por qué pagan lo mismo que cualquier ciudadano con mayores entradas en las Gacelas, el medio más utilizado por los adultos mayores para moverse en La Habana?
Son numerosos los países y comunidades, como en Cuba, donde los ancianos son venerados: desde los lugares recónditos de la selva amazónica donde son tratados con respeto y admiración por sus vastos conocimientos, hasta en las sociedades desarrolladas en las que reciben de manera gratuita la mayoría de las soluciones a sus problemas personales, más allá de si tienen familiares cercanos o no.
¿Por qué los médicos de familia no dedican al menos un día para visitar a los ancianos, estén enfermos o no, y evitar así que acudan al Consultorio o al Policlínico a hacer, también, las filas de espera?
¿Por qué el Ministerio de Cultura no les exime del pago de las entradas a los centros de recreación o a espectáculos, a los que les está vedado asistir por el costo del espectáculo, más el transporte para llegar –dos veces–, porque una es para sacar entradas en filas como cualquier veinteañero?
El tema de la ancianidad en Cuba supera el centro de los debates que es, por lógica, el aumento de las pensiones. Ha sido una batalla en la que la Unión de Periodistas de Cuba está involucrada desde hace muchos años para los jubilados de este sector. Antes, como es sabido, de la famosa Tarea Ordenamiento.
Si el gobierno decidiera aumentar las pensiones sin que bajasen los precios tampoco estaría resuelto este sensible tema, porque estamos conscientes de la necesidad del control, ahora muy bajo, sobre las producciones y la comercialización de alimentos y otros bienes, además de otros temas que inciden, como la corrupción y los flácidos resultados en la mayoría de áreas fundamentales que tributan a la alimentación de la población.
Hay que buscar soluciones rápidas y posibles, en tanto la moneda nacional carezca de un justo valor adquisitivo para mejorar las condiciones de vida de quienes hoy ancianos dedicaron su existencia al proyecto de la Revolución.