JOSÉ MARTÍ, EJEMPLO EXCEPCIONAL DE CREADOR Y HUMANISTA

Nacido el 28 de enero de 1853 en La Habana, y con una vida relativamente breve ya que su existencia se prolongó a través de 42 años, José Martí se convirtió en un símbolo para los cubanos y para múltiples hombres y mujeres de distintas partes del mundo, que lo sienten como fuente de motivación y enseñanza.

Y es que Martí no sólo fue un hombre de su tiempo, sino de todos los tiempos si ponderamos la vigencia de su ejemplo y sus principios, expuestos tanto en cartas, trabajos periodísticos, discursos, poemas, así como en los fragmentos y apuntes reflejados en sus Obras Completas.

De modo muy especial José Martí patentizó el gran amor que sintió por su tierra natal y el orgullo que experimentó por ser cubano. Precisamente en un trabajo titulado Cuerpo de Consejo, reflejado en el periódico “Patria” el 19 de agosto de 1893, aseguró que Cuba no andaba de pedigüeña por el mundo y agregó que “anda de hermana, y obra con la autoridad de tal.” Y seguidamente resaltó: “Al salvarse, salva. Nuestra América no le fallará, porque ella no falla a América.”

Sobre las características específicas del pueblo cubano igualmente trató y en tal sentido a manera de ejemplo cito lo que detalló en el discurso que pronunció el 26 de noviembre de 1891 en la ciudad estadounidense de Tampa, que resulta identificado en nuestra historia con la frase que Martí lo concluyó, “Con todos y para el bien de todos”.

Precisó al resumir la trascendencia que le atribuía a la palabra cubano:  “¡Se dice cubano, y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas…!”  Resaltó, además, que no había palabra que se asemejase más a la luz del amanecer ni consuelo que se entre con más dicha por nuestro corazón, que esta palabra inefable y ardiente de cubano.

Unos meses después en otro discurso pronunciado el 17 de febrero de 1892 en el Hardman Hall de Nueva York, EE.UU. enfatizó que el cubano es capaz del amor, que hace perdurable la libertad. Y en un trabajo publicado en el periódico “Patria” el 7 de mayo del propio año significó que el cubano ama la gloria porque es capaz de ella y seguidamente enfatizó que ama a los que pasean por el mundo la gloria de su patria.

Durante su breve pero fecunda existencia Martí se sintió siempre comprometido con la causa de su Cuba querida y en correspondencia con ello actuó y padeció, desde joven, primero el presidio y la realización de trabajo forzado y después la deportación, en este caso en dos ocasiones.

Tener que vivir lejos de Cuba no condujo a Martí a despreocuparse de la situación que padecía su tierra natal como consecuencia de ser una colonia de la metrópoli española. Es más, esto reafirmó aún más su determinación de sacrificarse y trabajar en forma intensa en lograr la reanudación de la guerra independentista.

En el discurso que ya cité, el del 26 de noviembre de 1891, afirmó de manera elocuente: “De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella.”

Y cuando encarando y venciendo múltiples limitaciones logró que en Cuba se reanudase la lucha no le bastó con lo que había hecho en tal sentido sino que también quiso trasladarse de inmediato hasta su tierra natal para estar allí donde se libraban los enfrentamientos con los soldados de la metrópoli española.

Así lo hizo constar en la carta que le escribió a su amigo dominicano Federico Henríquez Carvajal, el 25 de marzo de 1895, en la que le expresó: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber.”

En correspondencia con ello Martí en unión de Máximo Gómez y un pequeño grupo de patriotas llegó a Cuba, por Playitas de Cajobabo, el 11 de abril de 1895. Al desembarcar por esa zona suroriental del territorio cubano resumió en dos palabras lo que sentía en ese instante. Escribió: “Dicha grande”.

Varios días después en una carta que le envió a Carmen Miyares y a sus hijos, Martí igualmente resume lo que siente al plantear: “Es muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mí propio,  ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriagaba de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad.”   

Con singular determinación Martí transitó por las zonas rurales de la zona oriental de Cuba durante varias semanas hasta que se produjo su caída en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895.

Un día antes había comenzado a escribirle una carta a su amigo mexicano Manuel Mercado, que quedó inconclusa, en cuya parte inicial le detallaba: “Mi hermano queridísimo: Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.”

Seguidamente puntualizó: “Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias para alcanzar sobre ellas el fin.” 

Martí además evidenció su gran amor por Cuba y por otros pueblos de América Latina. En esa carta fustigó la  idea de los que deseaban la anexión de Cuba a los Estados Unidos y al respecto expuso: “Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos –como ese de Ud. y mío,- más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia, -les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos.”

Evocó su estancia en territorio norteamericano y detalló: “Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas, y mi honda es la de David.”

Retomó el tema de la posible anexión de Cuba a Estados Unidos, acerca de la cual le había hecho referencia el corresponsal de una publicación estadounidense y en tal sentido valoró la importancia de la guerra independentista reiniciada en ese año para impedir que ello se materializase.

Sobre la trascendencia de la vida y el legado martiano tanto para Cuba como para el mundo el Comandante en Jefe Fidel Castro, un ferviente martiano, hizo referencia en varias ocasiones, y de manera muy específica cito un fragmento del discurso que pronunció el 29 de enero del 2003 en la clausura de la Conferencia Internacional Por el equilibrio del mundo, celebrada en La Habana con motivo del sesquicentenario del natalicio de Martí.  

En aquel importante encuentro en La Habana Fidel manifestó: “Más allá de Cuba, ¿qué recibió de él el mundo? Un ejemplo excepcional de creador y humanista digno de recordarse a lo largo de los siglos. ¿Por quiénes y por qué? Por los mismos que hoy luchan y los que mañana lucharán por los mismos sueños y esperanzas de salvar al mundo, y porque quiso el azar que hoy la humanidad perciba sobre ella y tome conciencia de los riesgos que él previó y advirtió con su visión profunda y su genial talento.”

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