Revista Visión
Edición actual
2da Temporada/Mayo 2025

García Márquez en mi vida profesional

García Márquez
Compartir:

Aunque había leído casi toda su obra publicada en Cuba, nunca crucé una palabra con el escritor colombiano Gabriel García Márquez, aun cuando coincidimos en determinados lugares. 

Su físico no quebraba las barreras de los hombres de su tierra –estatura mediana, más bien delgado, de rostro poco agraciado-. Sin embargo, Gabriel (o el ¨Gabo¨ cómo le llamaban sus íntimos y luego devino epíteto universal) poseía una personalidad quizás emanada de su mirada risueña y a la vez escrutadora, su pronunciación casi exquisita, marcando las eses y las terminaciones de las palabras. Él era un conjunto de saberes y de gracia masculina que atraía sin proponérselo.

Nadie en Cuba había entrevistado a García Márquez. Como yo trabajaba entonces en Prensa Latina ni en sueños me le hubiera acercado para hablarle o solicitarle alguna. El Gabo mantenía una bronca de décadas con la agencia – y no le faltaba razón- por haberlo despedido solo mediante un mensaje, sin explicación alguna- cuando era su corresponsal en Nueva York y allí vivía con la esposa y dos hijos pequeños. Por sus declaraciones públicas y privadas, él sentía una enorme aversión hacia Prensa Latina, donde, él afirma, le negaron la entrada cuando retornaba, sin empleo, de Estados Unidos.

A pesar de esos pesares, una noche de Festival de Cine Latinoamericano, a finales de los 80 del pasado siglo, estaba en una recepción brindada por la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano, dirigida por Alquimia Pérez, donde en una deliciosa noche de diciembre coincidieron cineastas, periodistas, e intelectuales de diversas ramas.

Me encontraba conversando con el comandante William Gálvez, un buen amigo, y se nos acerca García Márquez vestido de ocres, elegante sin proponérselo, y le pide que nos presente.

Diciendo y haciendo. Luego de una conversación general, dice William:

 -Lídice, ¿y por qué no entrevistas a García Márquez?

Me quedé en una pieza. Cuando él supiera donde trabajaba me iba a echar los perros. Pensé que era una broma del comandante. Pero como si nada le dije: ¨Bueno, si él acepta, pues con muchísimo gusto¨.

Todavía imagino que fue el embrujo de la noche de diciembre, con una luna llena que hacía sombras en el rostro de los invitados, o qué le resulté simpática, o le gustó mi forma de expresarme. Ni lo pensó:

-¨Pues hacemos la entrevista. Me dice cuándo y dónde¨.

Siempre me he considerado una persona honesta. Y esa noche a pesar de lo que me jugaba profesionalmente, preferí decirle la verdad.

– Mire, Gabriel, antes de seguir, debo decirle que soy periodista de Prensa Latina y sé que usted no simpatiza con la Agencia y se supone que lo que hablemos debe ser transmitido por nosotros. Como me interesa mucho conversar con usted, le hago una propuesta: hago la entrevista para otro órgano de prensa cubano, como Bohemia, por ejemplo y ahí la publicamos. (Sabiendo yo que PL luego la retransmitiría).

El rostro de Gabriel cambió luego de mis explicaciones, empezando por mi identificación, los años transcurridos, los periodistas que nada tuvimos que ver con la decisión de una dirección entonces sectaria. Escuchó con suma atención.  

–Así sí, pero la difusión de la entrevista nada tiene que ver con Prensa Latina.

Para hacer corto el relato. Nos encontramos dos días después en su residencia en el barrio de Miramar, donde solía quedarse cuando visitaba La Habana. Duró hasta la madrugada, porque, me dijo, dos periodistas hablando no tienen para cuando acabar hasta que alguno le pone el punto y aparte.

Y como colofón –luego les contaré sobre el arte del diálogo y la perseverancia- Prensa Latina transmitió como primicia aquel diálogo de diciembre, luego de convencerlo de que no podíamos regalarle a una agencia extranjera, tergiversadora, etcétera, etcétera, una conversación sobre temas importantes en la cual, ambos sabíamos, había muchos propósitos en juego. 

Hice que me firmara su aprobación en la copia de la entrevista –por si acaso- y por primera vez la agencia vio puertas abiertas en ciertos órganos de prensa internacionales. Por primera vez publicó un material propio en México y las puertas se abrieron en otras decenas de medios en el planeta.

Hasta hoy, ningún otro periodista cubano logró entrevistar a García Márquez, gracias a quien viajé después a Colombia en busca de la génesis de Cien años de soledad, escribí un libro publicado en varios países e hice un documental llamado ¨Realidad y nostalgia de García Márquez¨, las que encontré en Aracataca. 

¿Qué si nos volvimos a ver? Claro que sí. Pero esas son otras historias que quizás cuente otro día.

Compartir: