Está pendiente intercambiar, profundizar, investigar y escribir más sobre Ernesto Vera Méndez en el transitar fructífero de su vida en el periodismo, en la Revolución Cubana y en la lucha por la verdad y por la unidad de los profesionales de la prensa en América Latina y el mundo.
En estas líneas, entonces, mencionaré algunos recuerdos y valoraciones sobre Ernesto que me saltan de la memoria, cuando la enrumbo gustoso.
La primera vez que oí hablar de Ernesto fue en mi pueblo a principios de enero de 1959, cuando Ramiro Feliú, joven luchador clandestino y pariente mío, había regresado de Ecuador y me habló del periodista exiliado junto con él y otros cubanos en el país sudamericano.
Resumía, en la premura de aquellos días de efervescencia por el triunfo revolucionario, el carácter noble, firme y enérgico de Vera, quien lejos de la Patria siguió cumpliendo misiones del Movimiento 26 de julio al que pertenecía, denunciando los crímenes de la dictadura de Batista y divulgando las acciones insurreccionales en Cuba.
Tiempo después, trabajando yo en Granma, donde veía a Vera con frecuencia, Ramiro me pidió que lo saludara en su nombre. Un día le dije al ya presidente de la UPEC: “Bisulfuro te manda un abrazo”. El arqueó sus cejas espesas y me enfocó con su mirada azul, extrañado. Nos reímos cuando le aclaré que así le decíamos en Jaruco a su compañero de exilio.
No era serio de carácter, todo lo contrario, pues disfrutaba las fiestas como el que más; promovió la creación de los Festivales del Humor y del Museo del Humor en San Antonio de los Baños, como vía también para estimular la utilización de la caricatura en nuestros medios.
Era costumbre de Ernesto servirse una taza de café que iba vaciando, buchito a buchito durante toda la conversación. En una de ellas, hablamos sobre experiencias comunes acerca de la redacción, impresión y circulación de la prensa clandestina en tiempos de la dictadura, que requería de reglas rigurosas, para burlar a la policía y sus redes de soplones, comandadas por jefes en extremo crueles.
Obviamente, lo más peligroso era la distribución. Explicaba, cómo se dejaba en determinado lugar un auto con los paquetes de Revolución o Vanguardia Obrera en el maletero y, en otro sitio, las llaves del carro con la dirección del estacionamiento para que alguien fuera a recogerlo después.
Sin embargo, contaba también, en 1957 un incendio accidental en el local alquilado dejó al descubierto la imprenta ubicada allí con otra fachada. Entonces, la cacería se desató contra los implicados, entre ellos Ernesto, quien fuera encarcelado y más tarde puesto en libertad condicional, en espera de juicio.
Pero su día más amargo fue el 9 de abril, del siguiente año, cuando participó en un plan de acciones de propaganda en la capital llamando a la huelga revolucionaria. Como sabemos ésta fracasó y cayeron muchos compañeros en combate desigual, entre ellos Marcelo Salado, su amigo y jefe en la insurrección.
De FELAP, de la cual fue fundador y más tarde presidente, me refirió una anécdota curiosa sobre un encuentro en la capital argentina, a finales de los años ochenta, cuando con otros colegas en la casa de Lidia Fagale, actual secretaria general de la Unión de Trabajadores de la Prensa de Buenos Aires, surgió la idea de apoyar un viaje de Diego Armando Maradona a Cuba, para lo cual podría ayudar el cronista deportivo Carlos Bonelli, afiliado a la organización.
La visita se cumplió y como muchos recuerdan el famoso jugador, con su familia y entrenador fueron recibidos por el Comandante en Jefe Fidel Castro en la sede del Consejo de Estado, acerca de lo cual Bonelli hizo una nota con los detalles del histórico encuentro ttps://www.pagina12.com.ar/310149- diego-y-fidel-contacto-en-la-habana.
Pero es difícil enumerar las citas que en América Latina o el mundo reclamaban la presencia de Ernesto Vera, para que los acompañara en el
análisis de la situación del periodismo y los periodistas, los asesinatos de compañeros, la libertad de prensa, o para desenmascarar las maniobras de Estados Unidos y otros países en la UNESCO dirigidas contra el reclamo por un nuevo orden mundial para la información.
A finales de marzo de 2008, se reunieron en Caracas los cabecillas de la Sociedad Interamericana de Prensa, el brazo mediático del imperialismo en América, para azuzar el odio contra Chávez y la Revolución Bolivariana.
Coincidiendo en fecha y lugar, se convocó al Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático, en cual Ernesto, próximo a cumplir los 79 años, expuso su aclamada ponencia “Doble terrorismo imperial: de Estado y mediático”.
https://www.cta.org.ar/IMG/pdf/terrorismo_mediatico.pdf
Un rasgo de Ernesto fue la confianza en los jóvenes y en especial de sus ideas sobre la formación de profesionales para el sector, pues en Cuba el periodismo no era una carrera universitaria hasta que la UPEC, bajo su mandato, trabajó arduamente para propiciar el inicio de esos estudios en las sedes de la educación superior de La Habana y Santiago de Cuba.
Entre los jóvenes se sentía en su medio al conversar con ellos o impartirles clases en la Universidad o el Instituto Internacional de Periodismo.
Cuando yo me iniciaba como reportero en Granma, a mediados de 1968, con un año apenas de afiliado, me citó a la UPEC para proponerme la asistencia a un curso, no exento de complejidades y riesgos, en un país que había roto relaciones con Cuba.
Me preguntó si podría dejar solos en La Habana a mi mujer y nuestros hijos pequeños; le contesté afirmativamente sabiendo la postura de ella. Mucho después supe que, en tiempos de la dictadura, la esposa de Ernesto, en estado de gestación, lo había acompañado hasta la Embajada ecuatoriana acogiéndose al asilo político. El mismo día en que el avión lo trasladaba al exilio nació su hija Marta, la primera de sus cinco hijos.
Ernesto Vera gozó siempre de mucha estima en la más alta dirección de la Revolución, a tal punto que la propuesta de tesis sobre los medios de difusión masiva del Primer Congreso del Partido en 1975 se le encargó a la presidencia de la UPEC, y fue incluida textualmente entre los documentos a considerar.
Cuando falleció, la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana promovió un encuentro de homenaje póstumo con familiares, amigos, colegas y profesores, en el que también varios estudiantes expresaron sus opiniones, agradecidos por el trato afable y disposición a satisfacerlos en sus requerimientos.
Ratifico mis palabras en aquella ocasión: “Vera nos enseñó que no son posibles periodismo sin ética; ni ética sin verdad; ni verdad sin compromiso; ni compromiso sin ejemplo. Su vida fue consecuente con sus principios. Fuimos muy afortunados quienes lo conocimos, lo quisimos y aprendimos tanto de él. Para mí fue el ideal de periodista revolucionario”.
Tp/jds/08.03.2023