A inicios del siglo XX, junto a la proliferación de revistas, renacen las tertulias ante la necesidad imperiosa de dar a conocer la obra de aquellos autores sin posibilidad de editar libros, muchos de los cuales sólo en parte habían salido a la luz pública, en periódicos y magacines.
Diversos autores coinciden en que el desastroso estado de la industria editorial, sin un mercado literario capaz de hacerla eficaz, conllevó a que solo pudieran tener libros los escritores que costearan los gastos de edición.
Por otro lado, la población urbana era relativamente menor al volumen de lecturas disponibles en tanto la generalidad de esas personas solo leía publicaciones seriadas.
Las imprentas cubanas editaron, de 1921 a 1924, un total de dos mil ocho obras, la mayoría libros prácticos y manuales de texto, religión y algunas ediciones de literatura, con tiradas modestas, que muchas veces los propios autores terminaban distribuyendo entre los amigos.
Otro elemento que conspiraba en contra del conocimiento de las obras literarias, era la escasez de bibliotecas públicas.
O sea que las tertulias en salas y cafés daban, un tanto, respuestas a tales necesidades, sobre todo de los escritores noveles, llamados por eso Los Nuevos.
Ya para entonces abogado en ejercicio y con espacio propio, Roig de Leuchsenring los recibe cada sábado en su bufete donde comparten inquietudes intelectuales y, a la vez, propicia que sus producciones aparezcan con frecuencia en las páginas de Social.
Como parte de tales esfuerzos, en marzo de 1923 en la sección notas editoriales, comenzó una columna bajo el nombre de “Escritores jóvenes” inaugurada ese año por Enrique Serpa, seguido por José Z. Tallet, Rubén Martínez Villena, Juan Marinello y Jorge Mañach, práctica que continuó el siguiente año.
Es prudente reiterar que, si se concuerda con que las revistas son expresión de una época, de la conciencia de quienes la crean en un momento determinado, Social resulta un ejemplo fehaciente de tal aseveración.
De ahí que, en paralelo y en un avance paulatino, alrededor de tertulias literarias y en almuerzos sabáticos (cada comensal pagaba su cubierto y solo asumían en colectivo el importe del invitado de turno), en el período desde 1920 hasta 1923, se gestó un movimiento, cuyos protagonistas fueron los minoristas y la ideología, el Minorismo.
Coincidente o no, con otros testimonios, Alejo Carpentier en el artículo “La Literatura en Cuba y el Grupo Minorista”, con fecha 20 de mayo de 1966 y reproducido en 2001 por la revista La Jiribilla, expone sus consideraciones acerca de las circunstancias en las cuales nació tal grupo y del papel desempeñado por Roig de Leuchsenring:
“La revista Social promovió, un día, un almuerzo-homenaje al gran barítono italiano Titta Rufo, admirable cantante y actor, que, en aquellos días, se encontraba en La Habana. El almuerzo dado en un restaurante italiano, reunió a toda la juventud que estaba más o menos, vinculada con el Movimiento de Veteranos y Patriotas, y con las reuniones conspirativas o literarias de los cafés del Parque Central y de la librería Minerva.
“Reinó tal cordialidad, tal alegría en aquel almuerzo, que se afirmó el propósito de que se repitiera cada sábado, con algún motivo. Alguien dijo, entonces, para quienes asistieran a esos almuerzos que podían calificarse sus comensales de minoristas sabáticos. Y de ahí nació, casualmente, el nombre de Grupo Minorista (…)
“Los jóvenes que se reunían en la librería Minerva, se daban cita, a menudo, en el bufete de Emilio Roig de Leuchsenring, historiador que estaba iniciando, en aquellos días, un feroz y permanente alegato contra el imperialismo norteamericano, fijado en libros de una documentación fundamental.
“Emilio Roig, o “Emilito”, como le llamábamos, a causa de su pequeña estatura, era jefe de redacción de una revista titulada Social, fundada por el caricaturista Conrado Massaguer, y que, pese a su título de Social, de social no tenía un pelo.
“En este caso, lo social, era lo mundano de La Habana: las fiestas, las bodas, las recepciones, los actos caritativos, los bailes benéficos, etc., etc.”.
Aunque sin abarcar la gama de matices que conlleva su estudio, es necesario precisar que el ya aludido Grupo Minorista nació en 1923, integrado por jóvenes intelectuales que se identificaban por un ideal de renovación nacional, tanto en la vida política como en las artes y la literatura.
Se fortalecería después de la llamada Protesta de los Trece en marzo de aquel año, cuando comienzan a reunirse en almuerzos sabáticos en el Hotel Lafayette y en las peñas del Teatro Martí.
Carente de estructura formal, presidencia, programa o publicación propia, sus integrantes eran colaboradores de los más importantes medios de la época, y uno de sus miembros más entusiasta, Emilio Roig de Leuchsenring, les abrió las páginas de Social para reseñar a partir de 1924 sus actividades y publicarles su obra.
Jorge Mañach “el apologista que esto apunta”—uno de sus iniciadores—, con su acostumbrado sentido del humor pleno de fina ironía, escribe el artículo “Los minoristas sabáticos escuchan el gran Titta” que, aparecido en Social de febrero de 1924, por primera vez hace pública tales prácticas del grupo.
“No. No hay que admitir que sea un cenáculo —horror—. Forzando un poco el léxico, sería, a lo sumo, un almorzáculo: una ocasión de amplia y clara y ortodoxa sobremesa… Pero ello es que sabáticamente, esta fracción de Los Nuevos (de la mal llamada “juventud intelectual”, adjetivo con que se castiga el nuevo afán de comprensión) se reúne, como un ritual para el yantar meridiano (…)
“El suyo es un credo de eterna frescura, de eterna improvisación. Sin embargo, el despacho de Roig de Leuchsenring —menudo jefe minorista— es el trívium en que nuestro grupo se da cita los sábados (…)
“¿Para qué se reúne esta muchachada genial? Claro está que no solamente para almorzar, sino que también para hacerse ilusiones de alta civilidad, y de paso, darle algún sabor espiritual a su vida. Cuando algún hijo de la luz nos viene al trópico, de tierras extrañas, la minoría sabática lo agasaja a escote… “
Redactada y firmada el 7 de mayo de 1927 en el bufete de Roig de Leuchsenring, la Declaración define que se trata de trabajadores intelectuales, refiere la evolución del grupo y traza sus objetivos para responder así a críticas sobre su existencia, a pesar del notorio quehacer de sus integrantes desde 1924 en manifiestos de denuncia y pronunciamientos de solidaridad con causas foráneas y propias, sobre todo ante la llegada al poder del presidente de turno Gerardo Machado, el 20 de mayo de 1925.
Al valorar la repercusión en el desarrollo del posterior pensamiento cubano del grupo Minorista, José Antonio Portuondo realza la actitud decidida y militante que adoptaron sus integrantes en defensa de los más legítimos valores nacionales, así como de solidaridad con los pueblos latinoamericanos y en contra de la influencia norteamericana.
Al propio tiempo, considera, propició una cuidadosa revisión de la historia nacional, cuyas mejores muestras son las obras históricas de José Antonio Fernández de Castro y las de Emilio Roig de Leuchsenring.
De manera gradual Social se convirtió en el órgano del Grupo Minorista del cual eran miembros Roig de Leuchsenring y Massaguer, además se les unió Quilez, ex administrador de Social y para entonces director de Carteles. Tanto fue incondicional Social al Minorismo que, en el ya citado artículo sobre los 10 años del mensuario Emilio Roig escribe categórico:
“Al Grupo Minorista debe Social su auge y esplendor literario y artístico, lo que hoy significa y lo que hoy vale. Sin los minoristas mi labor hubiera sido incompleta y defectuosa. Hoy la bandera de Social y la de ese grupo se confunden, y Social se enorgullece de ser su órgano, su revista.
“Por los minoristas Social ha podido realizar la obra de selección y depuración de valores literarios y artísticos que he acometido desde la dirección: por ellos, Social ha ofrecido en sus páginas la constante actualización artística y literaria y ha dado a conocer las figuras, doctrinas y escuelas más nuevas y avanzadas que en Europa y América han aparecido en estos últimos años; con su cooperación a Social le ha sido tarea fácil y grata romper lanzas y librar campañas por mil nobles empresas patrióticas e intelectuales”.
Entre las novedades que propone Social para 1926 está el experimento, hasta entonces inédito, de hacer en colectivo una novela, un género muy de moda en la época.
Por eso, once de sus asiduos colaboradores escriben en los doce números de la revista que aquel año estuvieron consagrados a Fantoches, una obra considerada como un verdadero ejemplo de la capacidad de improvisación y del dominio de las técnicas narrativas de cada uno: Carlos Loveira (único con dos capítulos), Guillermo Martínez Márquez, Alberto Lamar Schweyer, Jorge Mañach Robato, Federico de Ibarzabal, Alfonso Hernández Catá, Arturo Alfonso Roselló, Rubén Martínez Villena, Enrique Serpa Filis, Max Henríquez Ureña y Roig de Leuchsenring, a quien le correspondió el capítulo 11, titulado “Una noche de gran moda en el Casino de la Playa”.
De la mano conductora de Oscar H. Massaguer, Carteles nació en 1919 como mensuario de actualidad política y deportiva. Alfredo T. Quilez pasó a dirigirlo tras convertirse en semanario, luego de la reorganización de mayo de 1924 de su Consejo de Redacción en el cual Roig de Leuchsenring asumió la vice dirección; Massaguer, la vice dirección artística y el joven Carpentier entró al año siguiente de jefe de Redacción.
Desde ese momento y hasta 1954, seis años antes de desaparecer Carteles, el primer Historiador de La Habana se mantiene como activo colaborador. Esta participación suya en la revista se hace más notoria a partir de 1930 cuando introduce de manera permanente en sus páginas el tema de las dictaduras en Europa y en América.
Por su gestión, Carteles publica una nota semanal de protesta contra la censura impuesta por el régimen de Gerardo Machado, a la vez, en enero de 1931, la revista reproduce la fotografía de Roig de Leuchsenring con un texto que alerta sobre la orden de arresto que pesaba en su contra.
Usa el sobrenombre de Juan Matusalén Junior desde el 29 de marzo de aquel año hasta el 19 de marzo de 1933 etapa en la que Machado había ordenado su arresto por injurias y exige su muerte; el periodista Ruy de Lugo Viña le salva la vida al ocultarlo en su residencia y le sirve de nexo para colaborar con Carteles ahora con el seudónimo U. Noquelovió, incluso el 20 de agosto fecha en la que aparece de nuevo su nombre con el artículo “La tiranía no corrompe, prepara”.
En toda aproximación al tema, resulta notorio que, salidas del ingenio de los hermanos Massaguer, Social y Carteles coexistieron en el tiempo, aunque con notables diferencias en sus perfiles editoriales, en particular en sus agendas de contenido, manejo del lenguaje y uso de elementos gráficos.
Una pluma facultada, la de Carpentier, se encarga de dejar constancia de tales diferencias al describir su evolución como periodista activo en las dos revistas.
“Los artículos de 1928 a 1939, se dividen en dos categorías muy distintas, en lo que se refiere a Cuba: 1) los artículos de Social, muy bien ajustados a la actualidad artística y literaria que los motivaba; 2) los de Carteles, que son de muy distinto género, y no deben confundirse con los anteriores —porque no debe olvidarse que Carteles no era una revista literaria y que, por ello, mis ´crónicas de París´ habían de ser mucho más sencillas, fáciles, periodísticas, que las de Social“.
Tal fue la acogida de los escritos costumbristas de Emilio Roig de Leuchsenring entre sus contemporáneos que, en 1922, el hispanista José María Chacón y Calvo propone al editor costarricense Joaquín García Monge la publicación en un volumen de 12 de aquellos textos bajo el título El Caballero que ha perdido su señora “ el título de uno de los más finos e ingeniosos artículos del libro”, según expresa en carta que sirvió de Prólogo.
Tales trabajos y otros más serán republicados por nuestra revista Visión,de la Unión de Periodistas de Cuba,para contribuir al conocimiento de esta variante de la vasta obra de Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), primer Historiador de la Ciudad de La Habana desde 1935 hasta su fallecimiento.
*Periodista, docente y escritora. Doctora en Ciencias de la Comunicación y especializada en la obra de Emilio Roig de Leuchsenring