3ra Edición

2da Temporada

El sexenio de Sheinbaum: pronóstico de laureles en campo minado

El sexenio de Sheinbaum: pronóstico de laureles en campo minado

La flamante presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ya posicionada en un acto repleto de elementos simbólicos, tiene muchas condiciones a favor para desarrollar una labor exitosa durante su sexenio.

Tiene mayoría calificada en las dos Cámaras del Congreso; goza de una inmensa legitimidad debido a su triunfo con una ventaja de más de treinta puntos de su seguidora más cercana; va a transitar por una economía relativamente estable y comienza su trabajo diplomático con amplia fluidez, entre aliados y adversarios ideológicos.

El gobierno del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, supo mantener relaciones estables con Estados Unidos (E.E. UU.), incluso cuando gobernaba el volátil Donald Trump, que enfiló todas sus baterías contra México en la campaña presidencial en la que resultó ganador. En ese horizonte podrían augurarse altibajos, pero no hay atisbos de ruptura con su poderoso vecino del norte.

Por otra parte, el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ha cumplido a cabalidad la estrategia de hacerse hegemónico a lo largo del país, tras elecciones a diversa escala. Con su avance, ha hecho prácticamente desaparecer a los espacios políticos que habían dominado la escena política en México por más de cien años: el Partido de la Revolución Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN).

Tanto el PAN como el PRI aglutinaron períodos de mucho poder, pero ahora están en desbandada y divididos. De hecho, pese a su enorme poder financiero y mediático, los espacios conservadores no han sabido enfrentarse al movimiento renovador inaugurado por López Obrador, y de allí su nefasto resultado en las pasadas presidenciales.

Todo parece indicar que le esperan tiempos fulgurantes. Sin embargo, los riesgos no son marginales. Es mucho lo que se juega la nueva administración, con campos minados que le costará traspasar en un México tan complejo como indeterminado.

Así las cosas, no se vislumbra un sexenio atribulado o una gestión debilitada. Además, la presidenta tiene una formación política y técnica que está generando confianza y entusiasmo en el país. México va a gozar de la estabilidad necesaria, va a llevar unas relaciones pragmáticas con el resto de países con los que no guarda muchas coincidencias y, en líneas generales, la herencia diplomática que recibe le permitirá sortear las eventuales dificultades sin que eso afecte las relaciones comerciales, especialmente con EE.UU. y Canadá, sus socios del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá o T-MEC​.

Todo parece indicar que le esperan tiempos fulgurantes, pero los riesgos no son marginales. Es mucho lo que se juega la nueva administración, con dificultades que le costará traspasar en un México tan complejo como indeterminado.

México y los campos minados
Hasta ahora, los gobiernos izquierdistas que emprendieron el ciclo progresista latinoamericano han tenido problemas en cuanto a la sustitución de sus líderes históricos. Ha pasado en diversos países y puede generar sombra en las actuales experiencias. Cualquier relevo generacional se estima necesario, pero genera sospechas de variada índole. Sheinbaum se enfrenta a esas dudas.

Es indudable que para gobernar un país tan conflictivo e ininteligible como México hace falta mucho más que enaltecer elementos simbólicos.

Sheinbaum trae formidables fortalezas: es la primera mujer presidenta de un país de importancia medular para la región; tiene un manejo ético del lenguaje hacia los más vulnerables, como las personas empobrecidas y las comunidades indígenas; y procede del mundo científico, lo que le suma una potencia inigualable, pocas veces vista.

Sin embargo, la situación social en México es difícil. Si bien la política se ve muy estable, el tejido social ha sufrido tremendas dislocaciones a lo largo de sus historia reciente.

El tema de la violencia criminal no pudo ser cauterizado ni encapsulado por el gobierno de López Obrador. Es un problema social profundo e histórico que ha calado hondo en todo el país, ya que no es un fenómeno que se circunscribe solamente al norte, sino que se ve con fuerza en el sur del país y en muchos estados.

El gobierno de López Obrador sobrevivió a esta situación, pero después de seis años de gobierno, este flagelo sigue desarrollándose. De los territorios se desprenden imágenes que indican un rotundo descontrol por parte del Estado y hay declaraciones de militares que le dan beligerancia a los actores criminales. Entendemos que la situación no es de fácil depuración y sigue siendo una pradera que puede arder por algún costado.

El caso irresoluto de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa es otro punto que enloda el final de la gestión de López Obrador, pero que también genera más dudas que certezas sobre la nueva administración.

Sheinbaum hereda una estructura institucional con unas bases muy sólidas, pero recibe problemas histórico-sociales que se han venido reproduciendo, expandiendo y mutando de la forma más cruenta.
Pareciera que el problema de la impunidad tiene niveles de profundidad tal que los gobiernos de turno no van a tener la capacidad de resolverlos. Sheinbaum hereda una estructura institucional con unas bases muy sólidas, pero recibe problemas histórico-sociales que se han venido reproduciendo, expandiendo y mutando de la forma más cruenta.

Ya hay situaciones que la nueva administración tiene que resolver porque superarlas será clave para la continuidad o no del proyecto político de la llamada ‘Cuarta Transformación’.

No es sencillo el panorama para la flamante presidenta. Llega con mucha fuerza, pero también con unos problemas gigantes que ninguna gestión ha podido superar y que van creciendo e impactando la cotidianidad del mexicano.

La capacidad de Sheinbaum para sortear estos obstáculos, enfrentándolos de manera real, es lo que va a marcar la diferencia de su gestión. La continuidad con el gobierno anterior no puede derivar en un proceso de burocratización que recuerde las malas experiencias de la hegemonía priísta.

El objetivo de la flamante mandataria es construir un «segundo piso» para esta nueva etapa histórica, que reimpulse la gestión progresista. La posibilidad de concreción es uno de los criterios por la que será evaluada estos seis años.

Sheinbaum apenas empieza. Parece que transitará un camino lineal y cómodo, pero realmente se enfrentará a monstruos en medio de campos minados. Todo está por verse.