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El «chino» Heras, memorias de Playa Girón

El «chino» Heras, memorias de Playa Girón
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Eduardo Heras León, Premio Nacional de Literatura 2014, un cubano de origen chino, participó, al igual que hombres originarios del gigante asiático y descendientes, en las luchas revolucionarias de Cuba, desde las libradas por chinos mambises en las guerras de independencia del colonialismo español, pasando por la etapa neocolonial y finalmente en la Revolución Cubana encabezada por Fidel Castro Ruz.

Entre esas epopeyas estuvo la de Playa Girón, en abril de 1961, cuando en solo 72 horas, fue derrotado un ejército mercenario pagado y entrenado por Estados Unidos.

El «chino» Heras como también se le conocía, estuvo presente en esa contienda., pues a su impronta como escritor, periodista y maestro, sumó la carrera militar, y contó  interesantes y simpáticas anécdotas de aquellos días, que quedaron recogidas en el libro China en Cuba. Herederos del Celeste Imperio, de mi autoría.

Esto fue lo que contó Heras en la entrevista:

—En 1960 me gradué de artillero y daba clases como instructor de artillería. Cuando el ataque a Playa Girón, participé como segundo jefe de una batería 7 de morteros 120.

— Yo tenía mi unidad y me mandaron a cumplir una misión: llevar unos mapas a la primera línea de combate. Estábamos acampados en el central Australia, donde había una comandancia. Me monté en un jeep junto a un capitán y un oficial, llegamos a Playa Larga y seguimos en dirección a Girón. 

—De allá para acá venía una ambulancia sonando la sirena y, cuando nos pasa por el lado, nos hace señas de que estaban bombardeando… seguimos y, de pronto, aparece un B-26 por el medio de la carretera, disparando… todo el mundo se tiró del carro… yo iba en el asiento al lado del chofer… abrí la puerta para tirarme, pero se me trabaron los pies y no tuve más remedio que meterme debajo del jeep… traté de asomar la cabeza y las esquirlas del asfalto me daban en la cara…. 

—Después que pasa el avión seguimos avanzando y, de pronto, el mismo avión de regreso… ahí sí pude abrir la puerta y me tiré al suelo, que por cierto era diente de perro y me lastimé un poco… nos tiroteó igual… después el jeep no arrancaba. 

—Fue entonces que nos encontramos con un muchachito al frente de una ametralladora cuatro bocas. A los menores de 20 años los mandaban a estudiar las ametralladoras. Recuerdo que él decía: ¡Coño, nos pasan por delante, tienen las banderas cubanas y entonces nos tiran… a todo lo que pase por aquí le meto plomo! 

—Aquel joven nos dice que había que pasar la ametralladora para otra cuneta, porque desde donde estaba, no podía disparar. Si me pregunta ¿cómo pudimos trasladar aquella ametralladora que pesaba como tres toneladas?, no sé decirle. 

—Pero la llevamos para el otro lado de la carretera y él nos dijo: ¡Váyanse tranquilos que yo no tengo miedo… a lo que pase por aquí le meto mano! Y dicho esto se colocó la gorra como un cátcher de pelota y se quedó sentado. 

—Más adelante ya empezaron a aparecer las tropas nuestras… los tanques, la artillería, las antiaéreas… aquello era un caos. 

—De aquella contienda de Girón, Eduardo tiene una simpática anécdota:

—Alguien nos había dicho que un compañero llamado Aldo estaba herido. Él era como un hermano para mí y comencé a buscarlo. De pronto lo veo en un jeep descubierto y le grito ¡Aldo, Aldo! Y él responde: ¡chino, chino! 

—Al preguntarle si lo hirieron me dice que no es nada. Insisto en saber en qué lugar estaba la herida y ocurrió algo muy simpático. Rodeados de cientos de milicianos por aquí y por allá… cañones, cuatro bocas… y en medio de aquella carretera, él se baja los pantalones, el calzoncillo y muestra las nalgas, donde tenía esquirlas en una de ellas —concluye en medio de risas.

Tras la victoria de las fuerzas cubanas en las arenas de Girón, Eduardo y su hermano Nelson, quien también combatió allí, enviaron a su madre un telegrama donde le anunciaban ese éxito con una sola palabra: ¡Vencimos!

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