Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de la Unión de Periodistas de Cuba
La primerísima actriz y maestra de maestros, Corina Mestre Vilaboy (1954- 2024), Premio Nacional de Teatro y Premio Nacional de Enseñanza Artística por la obra de la vida, acaba de emprender viaje hacia el espacio sideral, donde duerme el martiano sueño de los justos.
Para evocar la sagrada memoria de la también vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), pongo a disposición de los lectores la entrevista que Corina me concediera con motivo del lauro teatral que le otorgara el Ministerio de Cultura de la República de Cuba.
Dialogar con la maestra Corina Mestre deviene un verdadero privilegio para cualquier profesional de la prensa que ejerza el periodismo cultural, ya que ella lleva esa disciplina artística en el cuerpo, la mente y el espíritu, además de ser excelente conversadora y mujer única e irrepetible.
A principios de la década del 2000, en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital-Facultad Comandante. Manuel Fajardo, conocí a la profesora de la Escuela Nacional de Arte (ENA) y de la Universidad de las Artes (ISA), donde no solo impartió clases de enseñanza artística, sino también conocimientos que son resultado de la experiencia y el aprendizaje, y que —con afecto, cariño, firmeza— les transmitía a los estudiantes. Corina percibía a los estudiantes como a sus hijos, mientras que los futuros actores descubrían en esa excepcional maestra —en el aula o fuera de ella— los valores éticos, ideo-estéticos, patrióticos, humanos y espirituales que deben caracterizar a un artista integral que vive, ama, crea y sueña en la mayor isla de las Antillas.
En esa unidad cerrada, estaban recluidas una tía de ella, quien lamentablemente falleció, y una colega nuestra, que se recuperaba de una afección cardiovascular; en ese contexto hospitalario, se estableció el vínculo afectivo entre mi interlocutora y yo, que se mantuvo incólume hasta su triste desaparición física.
Desde los puntos de vista artístico-profesional, humano y espiritual, ¿qué representa para usted haber sido laureada con el Premio Nacional de Teatro 2022? Lo más representativo para mí es que quienes decidieron otorgarme ese reconocimiento son personas a quienes admiro y respeto de una manera muy particular. Ellos son: Marilyn Garbey, Eduardo Arrocha, Fátima Patterson, Eugenio Hernández Espinosa y Dagoberto Gaínza […]. Desde que entré a Teatro Estudio pensaba en todos ellos, sentía que quería ser como ellos. Entonces […], me emociona que ahora sean ellos los que reconozcan mi trabajo.
¿Qué le aporta a usted, como maestra, actriz y ser humano, ejercer la actividad docente-educativa en los centros insulares de enseñanza artística de nivel medio y superior? Muy buena pregunta. Más que enseñar la técnica de la actuación, lo que más me agrada es trabajar con los estudiantes, que se conozcan a sí mismos y reconocerse a sí mismos significa reconocerse como cubanos. Eso es algo que, como es lógico, requiere tiempo para investigar, sobre todo sus implicaciones teórico-prácticas. El teatro es un arte muy sacrificado, y la enseñanza artística muy fuerte. Muchos piensan que es pararse ahí [sobre las tablas], tener una gestualidad determinada, que —a veces— solo resulta un estereotipo, y por ende, no es verdad. El cubano se mueve de una manera muy peculiar, pero la persona nacida en el oriente del país se mueve de otra, así como el habanero, también el pinareño, y cada uno entona la palabra hablada de forma diferente. Hay toda una serie de conocimientos que el actor necesita apropiarse de ellos para poder —a partir de los hallazgos de la investigación— acercarse mucho más al mundo interior del cubano y poder ponerlo en escena, que no tiene muchas veces que ver con los estereotipos que se tratan de hacer, ni con los problemas idiomáticos, sino con la filosofía de dónde venimos, por la influencia haitiana, la francesa. Actuar no es aprenderse un texto y pararse ahí arriba. Es algo más complejo y complicado, que requiere vocación y entrega.
De las muchas anécdotas, vivencias y experiencias registradas en el componente espiritual del inconsciente freudiano como parte del ejercicio artístico-profesional y docente-educativo al que se ha consagrado en cuerpo, mente y alma, ¿podría relatar alguna que le haya dejado una huella indeleble en su memoria poética? Con mucho gusto. Recuerdo que cuando actué en la obra La opinión pública, con la agrupación Teatro Estudio, en la ciudad de Sancti Spíritus, una espectadora me regaló una parejita de guineos. Resulta que, en aquella puesta en escena, el personaje que encarnaba tenía una cría de guineos que cuidaba con amor y empeño, les ponía música clásica, les cantaba y hablaba como se les habla a las flores y a las plantas. El administrador de la cooperativa se enteró de que estaba siendo «famosa» con la cría de guineos, se los quitó y puso a la hija a cuidar a las aves. La pobre mujer se quejó por todos los medios a su alcance, porque le arrebataron los 800 guineos que criaba, y que más tarde murieron. Si la señora, que se encontraba en el público, me obsequió la parejita de guineos para que retomara la cría de esas aves, es porque la gente piensa que eres el personaje y no tú. Entonces, amigo, si eso es así, ¿qué no puede hacer el teatro? ¡Sin comentario!
¿Algo que desee añadir para que no se le quede nada en el tintero? Por supuesto que sí. Amo con pasión la poesía y el teatro. Le confieso que sin el sentido de pertenencia que tengo hacia las tablas, para convertirlo en algo que ayude a los demás, yo no hubiera podido vivir. De eso, estoy completamente segura.
¡Gloria eterna al espíritu noble y bueno de Corina Mestre Vilaboy!
*Versión libre de la entrevista realizada a la primerísima actriz Corina Mestre Vilaboy, publicada inicialmente en el Sitio Web de Radio Progreso (www.radioprogreso.icrt.cu ) (Culturales-Entrevistas)