ANIVERSARIO DE LA UPEC: LOS PRIMEROS PERIODISTAS FORMADOS EN LA ¨ÑICO LÓPEZ¨ HACE 55 AÑOS

Cuando pisamos por primera vez las aulas para estudiar periodismo, el grupo de unos veinte jóvenes llegados de distintas provincias cubanas carecíamos, en su gran mayoría, de los saberes elementales para iniciar una carrera tan importante y necesaria –quizás como nunca antes- como la de periodismo. Cuba vivía en constante convulsión política, siempre atacada desde todos los flancos por su enemigo de todos los tiempos: Estados Unidos.

Nunca nos habíamos visto. Fuimos seleccionados para estudiar periodismo de distintas maneras. Salvo excepciones, ninguno se había sentado ante una cuartilla para escribir una nota de prensa. Pero nos unía en comunión el amor por la Revolución y el interés en formar parte de una nueva generación de cultores de la prensa, muy deprimida entonces por la carencia de profesionales, muchos de ellos ya fuera del país, y por otros acontecimientos internos que determinaron que el Partido Comunista de Cuba decidiera la formación bajo su auspicio de una carrera que hasta entonces sólo se estudiaba en la Universidad de La Habana.

Jovencitos, ya teníamos una hoja pequeña de servicios brindados a la Revolución. Éramos alfabetizadores, fundadores de las organizaciones de masas y políticas; milicianos, participantes en prolongados trabajos voluntarios.

Muy pocos teníamos más de 20 años. La sede de la escuela nacional del Partido radicaba entonces en Mulgoba, en el municipio de Boyeros, donde algunos habaneros incluso decidimos becarnos de lunes a viernes. Luego la Ñico López fue trasladada a su actual sede en Jaimanitas, un centro de estudios cercano al mar, al que acudíamos las tardes en que los estudios, rigurosos y ofrecidos por un claustro de profesores del más alto nivel –tanto de la Ñico como de la Universidad- nos ofrecían a diario.

En aquellas distintas aulas estudiamos desde la filosofía más pura hasta los últimos libros de poetas como Javier Heraud, un peruano muerto en la guerrilla, desde el Renacentismo hasta la historia indígena y liberadora de América Latina, el marxismo y su dialéctica, necesaria en cada momento de la vida, Nos fuimos en grupo a convivir con los campesinos de las sierras orientales, donde hicimos prácticas de estudio que hasta hoy recordamos con especial orgullo. Anduvimos en caballos, en camiones, cortamos caña, recogimos papas. No nos perdíamos la oportunidad de colaborar, de sentirnos útiles, de ser agradecidos.

Tres de nuestros compañeros se ofrecieron a viajar a Vietnam, en plena guerra, entre ellos una muchacha, durante la dura confrontación con Estados Unidos. Luego de ese viaje tan lejano y peligroso, los quisimos más.

Aquellos jóvenes, salidos muchos de una adolescencia con un alto grado de conciencia política formada en la Asociación de Jóvenes Rebeldes primero y la Unión de Jóvenes Comunistas después, en nuestros centros laborales, pues casi todos éramos trabajadores, contamos con el apoyo en todo momento de nuestros profesores. Gracias a ellos eramos fanáticos de las bibliotecas de las tres fuentes que nos nutrían fuera del aula: la de la Escuela de Artes y Letras, la de la Ñico López, y la de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), donde muchas veces íbamos a estudiar e intercambiar ideas. La Casa de la UPEC era una especie de matriz de quienes después la seguiríamos visitando como profesionales.

Estudiábamos a toda hora, nos nutríamos de cuanto libro podíamos acaparar; participamos en la intervención del periódico El Mundo, en mítines frente a la UPEC para apoyar las medidas revolucionarias vinculadas con lo que sería nuestra vida futura. Y aun así quedaba tiempo para hacer aquellas guardias nocturnas con fusiles junto al río, tomarnos un guarapo nocturno en la cafetería existente cerca de la escuela, darnos un chapuzón en el círculo social de Jaimanitas, enamorarnos, hacer ejercicios y reírnos de los ¨viejos¨ que no andaban a nuestro ritmo, y hacer las maldades propias de la edad en un recinto donde todo llamaba a la disciplina.

Hasta que nos graduamos en septiembre del año 1968 en la sede de la UPEC, adonde fuimos con nuestras mejores galas y los sueños de los veinte años. Luego nos ubicaron en los distintos medios de prensa, tanto en La Habana como en las provincias de procedencia de varios estudiantes. Algunos retornaron a sus organismos de base, como el Ministerio del Interior. Los que se casaron con sus novias habaneras se quedaron y se insertaron en órganos nacionales. Otros volvieron con las que seguían esperándolos.

Así empezamos nuestra vida profesional, hace ya 55 años. Infelizmente, algunos de aquellos primeros estudiantes de periodismos graduados en la Ñico López ya fallecieron. Muchos todavía nos vemos, conversamos, nos alegramos mutuamente de los años vividos en esta profesión y reímos de lo poquísimo que sabíamos cuando nos dieron nuestros diplomas de graduados y creíamos en que desde una redacción podíamos cambiar el mundo.

Sirva esta nota de recordación a aquel primer grupo de muchachas y muchachos que hemos puesto en lo alto del listón durante más de cinco décadas la profesión de periodistas. A los que ya no están, tanto profesores como compañeros de aula, nuestro agradecimiento por haberlos tenido cerca. De todos aprendimos a entregarnos con pasión y agradecimiento a este noble oficio de verdades y sinsabores, de alegrías y tristezas, de discordias y de amistades. No somos los mismos, pero seguimos siendo iguales de amantes de este pequeño y rebelde país. No somos los mismos, pero el periodismo cubano sigue contando con nosotros.

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