Durante mi trabajo como reportero fueron muchas las veces que tuve el privilegio de entrevistar a esta gran dama del ballet clásico, nuestra Primerísima ballerina Alicia Alonso. Una artista cubanísima, ejemplo de una hermosa simbiosis, entrelazando de forma natural la sencillez con la distinción.
Nos encontramos por vez primera en la denominada Caravana de la Juventud en el año 1962, un tren que conducía a los jóvenes más destacados de los diferentes sectores del país, en un trayecto que partió de la Habana hasta la ciudad de Guantánamo.
El colofón del periplo fue ver desde una colina la ilegal base militar norteamericana enclavada en tierra mambisa lo que era parte de una actividad por un aniversario significativo.
El diario La Tarde me designó para cubrir el acontecimiento, lo que me dio la oportunidad de entrevistar a destacados jóvenes, algunos deportistas campeones, brillantes estudiantes, dirigentes juveniles o renombrados en las diversas manifestaciones de la cultura, entre otros.
Yo viajaba en el mismo coche de Alicia y algunas de sus principales bailarinas de la compañía danzaría, permitiéndome tener una comunicación más asidua entre parada y parada por diferentes terminales en el trayecto.
Este viaje fue inolvidable por una gran carga de alegría criolla, fe en los destinos de Cuba y fidelidad altísima de aquella juventud.
Los caravanistas eran recibidos por jóvenes y autoridades de las localidades donde el tren se detenía y aquellos encuentros se hacían indescriptibles.
Pasaron algunos meses de aquel suceso y la redacción de mi diario vespertino me encargó la tarea de hacer un reportaje al Ballet Nacional de Cuba, que cumplía un aniversario.
Me comuniqué por teléfono con Alicia y tan pronto la saludé me dijo. ¿El periodista de la Caravana? El mismo respondí y acto seguido acordamos la fecha del trabajo.
Fue al día siguiente sobre las diez de la mañana en la sede del ballet, entonces en la calle Calzada, en el Vedado. Tan pronto llegué su secretaria me mandó a pasar a la propia oficina de Alicia, para esperarla porque estaba a punto de terminar sus ejercicios matinales, que religiosamente los realizaba junto a sus bailarines en un salón en la segunda planta.
Decliné la invitación y preferí hacer la espera a la entrada del local para tratar de fumarme un cigarro, lo cual cancelé al no ver un cenicero por todos los alrededores.
No pasaron cinco minutos y apareció ella en lo alto de la escalera con un vestuario blanco, una saya corta y sus piernas cubiertas por medias altas y calzada con zapatillas, todo del mismo color.
Me dio la impresión de estar viendo una diosa descender desde las alturas con la mirada fija en el infinito, su cabeza erguida y su cuerpo hecho escultura, acariciando con sus finos dedos la ancha baranda.
En ese momento me vino a la mente los rumores de que Alicia confrontaba serios problemas en la visión y actuaba en el escenario calculando sus pasos y en un increíble procedimiento mental para no fallar en sus movimientos.
Fue ese rumor lo que me impulsó a hacer nada ético. Me pasaría a metro y medio de distancia y yo hice silencio. Cuando estuvo casi a mi lado, caminando en dirección a su oficina noté un imperceptible movimiento con la cabeza como percibiendo algo cerca. Yo continué callado y dejé que pasara y abriera la puerta de su oficina. No pasó un minuto y la secretaria salió y me invitó a entrar.
Estaba. sentada en su escritorio con su indumentaria de bailarina y tan pronto me vio me fijó su mirada. Me electrizó, pero seguidamente mostró su sonrisa afable y me preguntó con aparente ingenuidad -¿Me estabas esperando afuera?. Tragué en seco y respondí con voz algo entrecortada – Si Alicia.
Su sonrisa se acentuó más y después de invitarme a sentarme me recordó pasajes de la Caravana. No sé qué sucedió en aquel encuentro, pero a partir de ese momento surgió una empatía traducida en el trabajo.
Varias veces la entrevisté luego. Me último encuentro con ella fue trabajando en la Redacción Cultural de la agencia de noticias Prensa Latina, donde me solicitó mi jefe, el entonces periodista y escritor Joaquín Santana, ya fallecido, que hiciera un amplio reportaje del Ballet Nacional para un magazine de cultura, editado por un influyente periódico europeo.
Estuve varios días en este trabajo acompañado siempre por ella, quién dirigió personalmente a sus bailarines para las fotos. A la agencia le urgía la entrega del material para el usuario y se lo hice saber, porque necesitaban de su revisión final.
La única solución era habilitar el domingo para revisarlo y entregarlo en tiempo y me ofreció hacer la tarea en su propia casa, en el reparto Kolhy.
Cuando llegué me recibió con su amabilidad de siempre en compañía de dos de sus primeras figuras del Ballet Nacional. El reportaje se publicó días después con 20 páginas en el magazine cultural del diario francés Humanité, órgano oficial del Partido Comunista de Francia.
Este episodio constituyó uno de los mas notables en mi extensa vida profesional, y recordarlo ahora constituye de hecho mi tributo póstumo a una de las grandes glorias de la cultura cubana y universal,
RECUADRO
Alicia Alonso se inició en 1931 como bailarina, en la escuela de ballet de la Sociedad Pro- arte Musical. Posteriormente se traslada para Estados Unidos y ya en ese país ingresa en la Schcool of American Ballet, donde recibe clases de eminentes bailarines como Aleksondra Fedorova o Enrico Canfretta.
Como bailarina profesional se inició en 1938 en Broadway, Nueva York al debutar en las comedias musicales Great Lady e Start en Your Eyes, Un año más tarde ingresó en el American Ballet Caravan, antecedente del actual New York City Ballet. Dos años más tarde se incorpora al Ballet Teatre de la propia ciudad neoyorquina, en el propio año de su fundación.
Inició ésta brillante carrera junto a significativas personalidades de la coreografía del siglo XX y se convirtió en su principal figura. Con esta compañía estrena su coreografía Ensayo Sinfónico.
En 1948 funda en Cuba el Ballet Alicia Alonso, que mantiene sin apoyo financiero y alterna con el Ballet Teatre. Con la Revolución obtiene en el propio año 1959 el apoyo oficial del recién instalado gobierno revolucionario.
Posteriormente se presenta como bailarina de los escenarios de Bolshoi y Kirov, en Moscú y la hoy San Petersburgo en 1957 y 1958. Sus versiones coreográficas de famosos ballets han sido presentadas en importantes escenarios como la Opera de Paris, la de Viena, Praga y San Carlos de Nápoles y en la Scala de Milán.
Alicia Alonso murió en la Habana el 17 de octubre de 2019 después de estar en el mundo de la danza como bailarina, profesora y directora de compañía danzaría. Recibió 122 distinciones nacionales y 177 extranjeras.
Está considerada una de las principales exponentes del ballet clásico mundial. En la dirección de la compañía cubana la sustituyó Viengsay Valdés, una talentosa joven, quién Alicia la tenía como su alumna más aventajada y primera figura del Ballet Nacional de Cuba.