En Cataluña, comunidad autónoma de España, existe un lugar que cautiva al visitante por su ambiente medieval presente en sus calles, en sus casas, pero sobre todo por su ubicación que parece desafiar las leyes de la Naturaleza: Castellfollit de la Roca, un pueblo suspendido entre el cielo y la tierra.
Con menos de 1,000 habitantes, sus estrechas calles empedradas, sus casas de piedras y la iglesia de San Salvador, cuyo origen se remonta al siglo XIII, Castellfollit de la Roca está ubicado sobre un acantilado basáltico, de 50 metros de altura y aproximadamente un kilómetro de largo, desde cuya altura pueden admirarse impresionantes vistas panorámicas de los valles y ríos que rodean ese entorno, formando paisajes difíciles de encontrar en otros destinos turísticos.
Este pueblo catalán, ubicado en la provincia de Girona, es una joya geológica esculpida por antiguos derrames de lava, que con el tiempo dieron forma a esta imponente muralla, la cual hizo de ese sitio un lugar inexpugnable durante los conflictos bélicos regionales que tuvieron lugar en el siglo X, formada por la acción conjunta de los ríos Fluvià y Toronell, cuyas casas situadas al borde del abismo crean una imagen tan sobrecogedora como inolvidable, de este enigmático lugar.
Castellfollit de la Roca, un poblado que parece flotar entre el cielo y la tierra, se encuentra junto a la Reserva Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa, un espacio protegido, a partir de 1982, con un clima húmedo y abundante vegetación que protege a los volcanes de la erosión y preserva una gran diversidad de flora y fauna. Se trata de la región volcánica mejor conservada de la península ibérica.