Mi generación no fue la que combatió contra la dictadura de Batista (tenía 12 años al triunfo de la Revolución); pero vivimos esos maravillosos primeros años en nuestra adolescencia, en lo que todo era nuevo, distinto, a un impresionante ritmo de los acontecimientos; que nos obligaron a vivir “apurados”.
Todos los días ocurría algo (sabotajes, declaraciones de personalidades conocidas o de los Estados Unidos, reacciones a las acciones tomadas por la dirección de la Revolución, manifestaciones de contrarrevolucionarios), que obligaba a definirse a cada uno a favor o en contra de la Revolución.
Había que pensar y decidir, como si fuéramos adultos, de qué lado estar, lo cual no fue difícil ante lo que habían vivido nuestras familias durante la neocolonia cubana de Estados Unidos.
La marea revolucionaria, el entusiasmo, y ese extraordinario líder Fidel Castro, nos condujeron y fuimos aprendiendo con la práctica revolucionaria diaria, más que con las explicaciones teóricas.
Así, por ejemplo, comenzamos a comprender por qué había sido necesario la lucha del Ejército Rebelde contra la dictadura; por qué nos amenazaban; por qué nos acusaban de comunistas (lo que no sabíamos ni qué existía).
Las agresiones comienzan y el peligro de invasión crece. Nos explican y entendemos que se hace necesario armar al pueblo. Surgen las Milicias Nacionales Revolucionarias. Ahí estamos con catorce–quince años en la organizada en el Instituto de la Víbora. Luego creación de las baterías de AAA con “Cuatro Bocas” antiaéreas y ocupación de posiciones previendo la posible invasión. Luego Girón y la alegría por la victoria, aunque a un alto costo de vidas jóvenes.
Años después celebramos. con mucha satisfacción, que todas las grandes tareas de esos momentos se ejecutaron exitosamente por la participación de los jóvenes de nuestra generación (Girón, Campaña de Alfabetización, Crisis de Octubre, etc.) que no teníamos compromiso con el pasado.
Así se formó mi generación como protagonistas y hacedores de la Revolución.