5ta Edición

2da Temporada

Mis primeros pasos en el periodismo

Ha pasado mucha agua bajo el puente desde entonces. Iniciaba el año 1965 cuando este camagüeyano de 18 años comenzaba en la Escuela de Economía de la Universidad de Oriente un cursillo previo a iniciar la carrera de Licenciado en Economía, pues era bachiller en letras de Camagüey.

En realidad, hubiera querido estudiar una carrera más afín a la política y las letras, pero el bachillerato lo tuve que hacer “por la enseñanza libre”, sin asistir a clases, pues era dirigente de los jóvenes rebeldes desde su fundación en 1960 y de la UJC como delegado en 1962 a su primer congreso (en la foto). En ese propio año fui electo dirigente nacional estudiantil en el congreso de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), y estuve en la capital sin estudiar más de un año hasta que el Comandante en Jefe Fidel Castro mandó a todos los estudiantes de la dirección nacional a terminar su bachillerato.

Regreso a Camagüey en 1963, pero no solo para estudiar, pues debía simultanear con el cargo de responsable estudiantil de la UJC en Camagüey. Al terminar los exámenes del nivel secundario, como disciplinado e inexperto, consulté al Comité Nacional de la UJC cual carrera consideraban debía estudiar y uno de sus máximos dirigentes, mi actual amigo y miembro del Grupo Asesor, me orientó economía, pues estábamos precisamente en 1964 en el Año de la Economía. Pero yo soy bachiller en letras le dije, sí, pero eres cuadro y podrás, me contestó.

La vida te da sorpresas, como dice la canción. Al poco tiempo de llegar a la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba, formalizar mi traslado a la UJC e incorporarme a la Federación Estudiantil Universitaria de Oriente (FEUO), me llaman un día para pedirme que dirigiera la Revista Mambí de esa Universidad, de 36 páginas, con periodicidad mensual, por la graduación como médico de su director, Armando Hidalgo.

A él le debo mis primeros pasos, al enseñarme las interioridades de una revista que, junto a la habanera Alma Mater y la de la Universidad Central de Las Villas, eran las tres publicaciones estudiantiles de la educación superior en Cuba.

La exigencia de una revista impresa en la propia universidad, con portada a color, que requería edición, diseño para impresión en offset, fotografía y distribución, obligaban a tener un equipo y, nada más cercano, que enamorar de la tarea a mis propios compañeros de aula. Con Álvaro Hernández como subdirector, Marcia como diseñadora, Tirso Tur en fotografía, Rene Méndez reportero y otros que fuimos incorporando de distintas carreras, se hizo Mambí desde 1965 hasta 1969.

Esa experiencia nos permitió entrar a la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) desde su fundación en 1965 en Santiago de Cuba, e iniciar un camino que me llevó después de graduarme a dirigir el periódico Sierra Maestra de la antigua provincia de Oriente por cinco años, acompañar tres años a Armando Hart Davalos como su ayudante en el empeño de crear el Ministerio de Cultura, luego a dirigir la redacción internacional de la Revista Bohemia otros cinco años, donde la Comisión Nacional de Prensa me otorgó la categoría de Redactor de Prensa A, y finalmente en Prensa Latina donde trabaje 32 años, ocupé varias responsabilidades y fui su corresponsal jefe en cinco misiones en el exterior durante 18 años, de ellos 10 en países en guerra, y cuya Agencia me otorgó al jubilarme su premio Por la Obra de la Vida.

La formación económica me ha sido de mucha utilidad en el ejercicio del periodismo, al igual que la formación anterior de dirigente juvenil y otras tareas, pues el mundo en que vivimos requiere de conocimientos multifacéticos y en constante actualización, y hay que entender primero cómo se mueve la economía para comprender luego su influencia en la política de cada país.

He tenido como periodista el privilegio de estar en primera fila en momentos importantes de Cuba y el mundo, de aprender y enseñar a quienes fueron mis subordinados cómo se puede viajar sin dinero y cómo se pueden autofinanciar oficinas de Prensa Latina sin recibir un centavo del presupuesto cubano. Me siento orgulloso de ello y de quienes me han acompañado en esos empeños, en particular de mi editora, administradora y comercial en las misiones, Luz Marina Navarrete, sin cuyo trabajo el autofinanciamiento no hubiera sido posible.

Estos 59 años ejerciendo el periodismo me han enseñado muchas cosas. La primera es no creer que sabemos algo, pues siempre tenemos mucho que aprender e intentar adaptarnos a las nuevas tecnologías. Lo segundo es no estar conforme nunca con lo que hemos hecho, buscar cómo se puede mejorar e intentar siempre hacerlo mejor. Lo tercero es valorar mucho el aporte de los jóvenes profesionales, pero sin olvidar el valor de los viejos que les enseñaron y seguirán siendo pilares en sus medios de prensa mientras puedan seguir en su eterna trinchera.

El reconocimiento a los viejos periodistas que conocí en todos los medios de prensa que estuve, con el trato preferente que merecían y el valor de sus consejos aun si fueran subordinados, es algo inapreciable. Lamentablemente en muchos casos ese reconocimiento se ha perdido, y peor aún, muchos excelentes periodistas cuando se jubilan pasan en sus antiguos colectivos a un limbo donde nadie se preocupa por saber cómo están, invitarlos a nada, y ni siquiera saber cómo pueden viven con pensiones inferiores a un salario mínimo y cuyo poder adquisitivo se esfumó cuando se aplicó la mal llamada tarea ordenamiento.

Los momentos actuales en nuestro país nos obligan nuevamente a crecernos, a no dejar la posta, a luchar, como nos enseñó Fidel, a defender nuestra Revolución y las conquistas amenazadas, para que Cuba siga siendo el ejemplo que fue y mantener la unidad de nuestro pueblo frente a las amenazas externas y por corregir las deficiencias internas. En este empeño decisivo el periodismo tiene un importante papel en la trinchera que nos toca y a los viejos periodistas nos toca seguir en la batalla, aportando conocimientos y experiencia, y ayudando en la formación de un relevo que necesita de sus antiguos maestros.