Las intervenciones de los psicólogos levantaban la autoestima y cambiaban para bien la vida de los oyentes. Se producía entonces, entre ellos, una relación biunívoca que solo originaba placer y satisfacción. El colectivo en su conjunto marchaba hacia sus hogares henchidos de placer por la comunicación que ese día habíamos logrado con los receptores y porque habíamos cumplido con nuestro deber. Durante las dos horas del programa también dábamos noticias científicas, el parte meteorológico, saludábamos a algunos oyentes, anunciábamos proverbios, debatíamos temas, en fin, vivíamos y vibrábamos con Oasis de Domingo. Todo estuvo bien hasta que llegó la pandemia del coronavirus. Yo por mi edad, setenta y cuatro años, no podía asistir a la cabina para sacar el programa al aire y hubo que buscar un sustituto. Estaba prescrito por las autoridades sanitarias que las personas de la tercera edad tenían que alejarse sobre todo de las cabinas de radio y de las aglomeraciones de personas. Yo sabía que mi salida provisional del programa podía convertirse en una sentencia de muerte para el mismo. Nadie como yo que lo vi nacer y crecer sabía cómo mantenerlo con la mejor salud posible.
UN PROGRAMA QUE DECAE AL SER GRABADO.
Y efectivamente, cuando la pandemia se acabó, el programa se quedó grabado y no fue posible sustituir al psicólogo que había fallecido ni al conductor adecuado porque tampoco estaba entre nosotros, además, no se repusieron las notas científicas, que con tanto agrado recibían los médicos en los hospitales y una tremenda cantidad de personas enfermas. Nos ocupamos de buscar los profesionales que hacían falta, pero parece que eso no estaba entre nuestras facultades. Siempre nos ocupamos en el programa de esas búsquedas. Todos los miembros del colectivo, a decir verdad, habían sido buscados y colocados por nosotros en cada una de las secciones del programa y nunca nadie nos lo cuestionó. Solo buscábamos la aprobación por el salario que devengarían, pero nunca hubo la más mínima objeción. Ellos sabían que aquella criatura llamada Oasis de Domingo la habíamos engendrado y nos preocupábamos y nos ocupábamos de su crecimiento y robustez. O sea, cuando más falta nos hacía subirles la autoestima a las personas por las enfermedades y por la crisis económica que padecíamos, el programa decayó en un cincuenta por ciento, sin contar que se perdieron los encuentros con los oyentes que hacíamos, por lo menos, dos veces al año y hasta se dejaron de hacer las reuniones del colectivo, cuestión fundamental para tomarle el pulso a todo lo que estamos haciendo y ponernos metas más elevadas en el contenido y en la realización.
LA IMPRONTA DE SOPO EN OASIS DE DOMINGO
Jorge Luis Sopo era un joven filólogo de cuarenta y cinco años con mucha preparación cultural y, específicamente, dominaba muy bien los temas de autoayuda, al extremo que era capaz de interactuar con todos los especialistas como si fuera uno más de ellos y se movía con mucha facilidad por el guion al que le aportaba elementos sin apartarse, ni un ápice, del tema en cuestión. Honor a quien honor merece. Hoy puedo decir con precisión meridiana que fue el mejor de todos los conductores con quienes había trabajado a lo largo de toda mi carrera radiofónica. Pero no pudimos recuperar un psicólogo para el espacio y tampoco un nuevo locutor-conductor que estuviera a la altura del programa en cuestión.
LA FILOSOFÍA DEBE SER PROGRAMACIÓN EN VIVO
En conclusión, mi filosofía es que este tipo de programa, que tiene directamente que ver con la salud, la espiritualidad o la autoestima de las personas debe ser, en primer lugar, en vivo. Es también un imperativo de la radio, aunque algunos no lo crean, el saber disculparse cuando algo no sale bien, informar con tiempo las suspensiones al aire, los cambios de locutores y conductores, anunciar los nuevos segmentos o la supresión de algunos. Es, a mi modo de ver, irrespetuoso con la audiencia suspender parcial o totalmente un programa, sin haberlo consultado con los oyentes. La radio tiene su ética y siempre hay que mantenerla. Por lo menos, esa es la radio que yo conozco y la que hice casi toda mi vida, salvo ahora que tuve que renunciar a la dirección de Oasis de Domingo y quedarme solo como guionista.
EL PRIMER IMPERATIVO ES LA CALIDAD
Creo que el aniversario ciento uno de la radio nos debe servir para reflexionar en todo lo que estamos haciendo y cómo lo hacemos. Elevar la calidad de la programación, buscando por todos los medios la creatividad de los integrantes de los colectivos, cuyos integrantes deben sentir, en primer lugar, sentido de pertenencia. La radio se hace en colectivo y todos sus integrantes deben tributar al espacio en cuestión con intención, entrega y responsabilidad. No le podemos dar cabida al conformismo, a la chapucería y a la mediocridad. La calidad debe ser la vara con que se midan todas las acciones que ahora mismo hacemos. Debemos repensar la tendencia a que todo tiene que ser grabado porque es más barato o más seguro, porque nadie cometa un error al aire o diga algo que no conviene. En mis cincuenta y tres años de experiencia en la radio nunca recibí una queja por algo que dijimos que no podíamos decir.
DIRIGIR RADIO ES UN ARTE
Para mí, en lo personal, dirigir radio es un arte, que no se aprende solo en la Universidad, sino a lo largo de los años redactando noticias, haciendo reportajes, escribiendo guiones, dirigiendo programas, estudiando y con los oídos bien puestos en las parrillas de programación, no solo de una sino de muchas emisoras de radio. Creo que para dirigir a los creadores de la radio hay que ser, ante todo, un artista, un creador. Es verdad que ahora existe una ley que autoriza el teletrabajo, en que los periodistas, editores, grabadores, diseñadores de programación, coordinadores, locutores y otros muchos hacen sus trabajos desde sus hogares, eso está muy bien; pero debe haber un hilo conductor que unifique, vigile, analice y esté pendiente de todo el trabajo que se está haciendo a distancia. Es menester que las direcciones enfoquen todas sus energías a la programación y provoquen, ya sea en forma presencial, cuando se pueda, o virtual, una atención esmerada a los realizadores. Hay que provocar intercambios, tormentas de ideas, análisis de la parrilla de programación y por sobre todas las cosas preocuparse y ocuparse de todas esas personas que están bajo su responsabilidad y que afrontan, diariamente, disímiles dificultades, no solo para hacer su trabajo sino para alimentarse, trasladarse y solucionar problemas de enfermedad. Todas esas personas deben sentir que tienen un jefe, un directivo, que tal vez no le pueda resolver sus problemas, pero que está pendiente de cada uno de ellos.
UNA FELICITACIÓN PARA LOS COLEGAS
Aprovecho la ocasión para felicitar a todos los colegas que me acompañaron en las grandes y pequeñas coberturas y también en el trabajo de redacción. Mis congratulaciones además para todos los trabajadores de la radio que con tanto tesón y esmero hacen el día a día en las emisoras del país, venciendo todo tipo de inconvenientes y dificultades. con tantas dificultades. Un saludo especial para Pedro Martínez Pires por sus brillantes entrevistas en Radio Habana Cuba; Ismael Rensoly, una eminencia en la radio no solo como director de programas, sino también como un propagandista excepcional. Aún resuenan en mis oídos aquellos spots publicitarios que hizo en Radio Taíno, que llenaban de emoción hasta el más incauto de los oyentes. Roberto Cavada, en Haciendo Radio, que supo mantener en alto las enseñanzas de Jorge Ibarra. Hay que mencionar también a Joaquín Mulén y a Daniel Torres, ambos locutores de Radio Rebelde. A ese inigualable redactor de Información Política, Oscar Ferrer, quien era capaz de hacer una versión simultánea de los discursos de Fidel y dejarnos atónitos a todos sus compañeros por la rapidez, limpieza de los textos y calidad con que lo hacía. Angela Oramas, en un principio era la única mujer periodista y muchos aprendimos de ella por ser una experimentada que provenía del periódico Granma; luego se sumó Marianela Samper que hoy trabaja aún en Radio Habana Cuba.
UN MOMENTO DE RECORDACIÓN PARA LOS QUE NO ESTÁN
Un mensaje de gratitud para todos los que compartieron esas andanzas conmigo y lo dieron todo por una radio en vivo, inmediata, revolucionaria y humanista, y que ya no están entre nosotros como mi entrañable amigo Juan Bacallao Padrón, quien cayó cumpliendo con su deber internacionalista en Angola; el colega que brilló tanto en su beligerancia guerrillera como en su paso por la radio cubana, Jorge Ibarra; Emilio Friguls por su constancia y dedicación como reportero de Radio Reloj; Orlando Castellanos por su inigualable programa Formalmente Informal de Radio Habana Cuba; a mi profesor Julio Batista, quien dejó constancia de un periodismo radial activo, vivo y atrevido; Pedro Rojas, quien estuvo en la prensa plana y luego lo mordió el bichito de la radio para no salir de allí jamás; Orlando Contreras, el periodista chileno-cubano que tomaba a diario el pulso a la situación política mundial y la expresaba con esmero y gran acierto en Radio Rebelde; Alberto Deperez, quien contribuyó con su segmento Hablando con la Palabra a mantener la altísima audiencia de Haciendo Radio; Pedro Pérez Roque, quien dirigía a puertas abiertas y lograba la conspiración radial creativa con los directores de programas para llevarle siempre el mejor producto a los radioyentes; Omar Mendoza, todo un hombre de radio que siguió las enseñanzas de José Caiñas Sierra y hacer de Información Política un programa del pueblo y para el pueblo. En este minuto que dedico a la Radio Cubana quiero mencionar también a los colegas de IP Rubén Placeres Calderón y Rolando de La Rivera, quienes se insertaron en la pléyade de periodistas que dejaron su impronta en ese espacio radial de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, que se trasmitía de lunes a sábado en los horarios de la mañana y la tarde por Radio Rebelde y se encadenaba con otras emisoras a la una de la tarde para que lo oyera todo el pueblo. Se convirtió en un espacio informativo tan importante que los oyentes para reafirmar la veracidad de la noticia decían: Lo dijo Información Política. Era como si le estuvieran poniendo el cuño.