4ta Edición

2da Temporada

Pepe Rivas, una especie de agencia informativa personal

Pepe Rivas, una especie de agencia informativa personal

A José González Rivas lo conocí allá por el año 1969, cuando se desempeñaba como corresponsal del periódico Granma en la provincia de Matanzas. Lejos estaba de pensar que al año siguiente sería su subordinado, en el diario Girón del territorio yumurino, al calor de la zafra del año 1970.

En los menesteres periodísticos allí coincidimos Juan Varela Pérez y Lázaro Barredo Medina (ya fallecidos), entre otros. Desde el principio, se desarrolló entre nosotros una fuerte corriente amistosa y profesional, aunque yo era un principiante.

Al poco tiempo de llegar al cotidiano matancero, Pepe Rivas fue promovido al cargo de Jefe de Información y me entregó la corresponsalía de la ciudad de Matanzas, cuyas interioridades, por su probada experiencia, dominaba a la perfección. En esa entrega, comencé a apreciar la dimensión de Pepe. Carente del mínimo rasgo de celo profesional, me invitó a abordar su viejo y descolorido pisicorre Willys y me presentó como su continuador en las entidades que atendía .Demandó que me ofrecieran el mismo trato que él recibía. Rivas gozó y sigue gozando de notoria popularidad y cariño en Matanzas, tanto por su labor periodística como musical, ya que fue contrabajista de una orquesta de su terruño.

José González Rivas era una especie de agencia informativa personal. Nada se le escapaba en el orden noticioso. Recuerdo que un domingo realizábamos un trabajo voluntario en las cercanías del histórico Palmar de Junco. Por la carretera asomaron dos camiones destinados a la recogida de desechos. Pepe hizo un breve alto en la labor, soltó el azadón, señaló hacia los vehículos y exclamó: ¡ahí va una noticia! Apenas le di importancia a sus palabras. Pero, al día siguiente, lunes, se corroboró que su observación constituía una noticia local, en virtud de que esos carros reforzarían los servicios comunales en la ciudad cabecera, tal como se publicó en el órgano.

Esas observaciones, que luego se reflejaban en las columnas de Girón, eran un lugar común en su bregar informativo. No en vano muchas veces le decíamos el mago Rivas.

A quienes dábamos los primeros pasos en la profesión, como Julio Pérez Muñoz, Armando López Rivera y a mí, por supuesto, Pepe nos enseñó a vivir para el periódico, sin que en ese proceso faltara el magisterio de experimentados como Celestino García Franco, Roberto Vázquez Pérez, Roberto Pérez Betancout, Reynaldo González Villalonga , Leandro Pubillones y otros.

Para nuestra labor no existía el reloj. Cuando el rotativo cerraba y salían las primeras pruebas, hacíamos una tertulia en el Parque de la Libertad en interés del análisis crítico de lo publicado, no sin antes disfrutar, por un módico precio, de un suculento refrigerio, con tacita de café incluida, que adquirimos en el bodegón La Viña, de Milanés y Santa Teresa.

Pero no todo era color de rosa. Por la mañana cuando íbamos para que nos asignaran las coberturas, Pepe nos destinaba una serie de trabajos que considerábamos excesivos para el día. Por entonces yo tenía un carácter algo violento y protestaba. Rivas no se enfadaba. Me miraba seriamente. Se daba una palmada en la sien derecha y me decía: eso, yo lo hago. Me trazaba un acertado itinerario. Para lograr mi convencimiento, me daba una palmada en el hombro, al tiempo que esbozaba una sonrisa me decía: anda, métele con entusiasmo. Cuando estaba a punto de partir, me expresaba: ah, en la última información no quemes toda la pólvora, coge tamaño de bola para que me traigas un reportaje…

Desde la más temprana edad, Pepe Rivas, sintió plena vocación por el periodismo. El capitalismo intentó frustrar sus aspiraciones, ya que ante una publicación suya previa al primero de enero de 1959, fue acusado por un delito de intrusismo profesional. ¿Quién hubiera dicho que con el paso de los años, en medio de una Revolución triunfante, representaría a sus colegas en el VII Congreso Internacional de Periodistas y luego resultaría Premio Nacional de Periodismo, en reconocimiento a su obra por toda la vida?.

Retomando el tema, viene a mí recuerdo que, en medio de una de esas tertulias de la madrugada en el célebre parque, ofrecí a Pepe una respuesta no del todo correcta por la que tal vez se sintió ofendido. Y no demoró su represalia: me envió como corresponsal para la entonces región de Colón. Al principio me pesó, pero allí adquirí valiosas experiencias, meritorias de un relato posterior. No paso por alto que en ese lugar fui uno de los primeros colaboradores de la recién inaugurada Radio Colón 70, bajo la dirección de Ciro Abelenda.

Pepe Rivas, como presidente provincial de la UPEC, incentivó que tuviéramos participación en las tareas económicas del territorio. Ese año en Matanzas se llevó a cabo el Movimiento de la Millonésima, que consistía en cortar individualmente 7 500 arrobas de caña como aporte a la zafra. Y allí estuvimos. Anualmente, tiene lugar allí el encuentro de corresponsales de Radio Progreso, emisora donde llevo laborando 20 años, pero no tienen la delicadeza de invitarme. Entonces, pienso que a estas alturas no iría a descubrir a la Atenas de Cuba, aunque para nada pese mí más de medio siglo en el sector.

Cuando ello ocurre, evoco a José González Rivas, también combatiente de Playa Girón, historiador, de quien tengo muchas cosas por contar.

Los años transcurridos no han borrado los recuerdos e imitando su modestia proverbial he querido recordarlo con estas notas. Gracias, Pepe, por tu consideración y por tenerme siempre como un periodista matancero. Mi agradecimiento se hace extensivo al colectivo de Girón que también fue mi provechosa forja.