El levantamiento del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba y el desembarco de los expedicionarios del yate Granma
Frank País García pensó y actuó en consonancia con sus ideales, sin compromisos con caciques políticos, reclutando rigurosamente a estudiantes y trabajadores. Así lo vi estructurando con su paciente labor de orfebre y poniendo a prueba con audaces acciones y acopio de armas y municiones, un movimiento clandestino armado, Acción Revolucionaria Oriental (ARO), devenida Nacional (ARN) al extenderse a la vecina provincia de Camagüey.
Frank País pasó con su ARN en pleno a integrar la organización de Fidel, el Movimiento 26 de Julio, quien marchó hacia el exilio en México tras ser excarcelado el 15 de mayo de 1955 por una ley de amnistía a los presos
políticos.
El dirigente santiaguero viajó dos veces al hermano país, donde el líder moncadista estaba preparando una expedición hacia Cuba y había proclamado que en 1956 seremos libres o mártires”. Del segundo viaje regresó designado por Fidel como Responsable Nacional de Acción y con órdenes precisas para todos los jefes provinciales del M-26-7 de apoyar eldesembarco.
El objetivo fundamental de las acciones en Santiago de Cuba y otros lugares de Oriente, que debían coincidir con el arribo de la expedición, era impedir el libre movimiento del ejército hacia la zona de desembarco. Así lo recalcó Frank al exponer el plan de levantamiento a su segundo al mando y maestro y estudiante universitario como él, José Tey Saint Blanchard, y a Lester Rodríguez, coordinador del M-26-7 en Oriente.
“El golpe debe ser de tal magnitud que distraiga a las tropas para que Fidel desembarque sin dificultades”, había ordenado Frank a sus subordinados.
El 25 de noviembre zarpó el yate Granma del puerto mexicano de Tuxpán con 82 hombres a bordo y fue enviado el telegrama a Cuba con la frase clave de “Obra editada, agotada”, para entrar en acción cinco días después.
El día 27, Frank recibió el aviso en Santiago y el 29 se reunió por separado con los jefes de células, comunicando a cada uno su misión. Alguien del grupo expresó sus dudas: “¿Y si nos alzamos y no puede llegar la expedición?” Frank le respondió: “¡Yo les garantizo con mi vida que Fidel llega…!”.
Puntualizó que la idea era no atacar el cuartel Moncada, sino bloquear con barricadas sus alrededores; no luchar contra los muros, experiencia que ya se tenía, sino impedir el movimiento de las tropas fuera de la fortaleza, provocar con el disparo de un mortero de 81 mm que los militares tuvieran que salir. Esta sería la señal para desatar las acciones.
Acuartelados los efectivos de que disponía el Movimiento desde el día 29 Frank y su pequeño Estado Mayor se instalaron en una casa ubicada en la céntrica esquina de Santa Lucía y San Pedro, junto con Vilma Espín Guillois y los miembros de la Dirección Nacional del M-26-7 Haydeé Santamaría Cuadrado y Armando Hart Dávalos.
A las 6 y 30 A.M no se escuchó la detonación del mortero, porque una hora antes habían sido detenidos Lester Rodríguez y Josué País cuando se trasladaban hacia el Instituto de Segunda Enseñanza, desde cuya azotea debían accionar la pieza de artillería. Este hecho incidió decisivamente en que no salieran a las calles las brigadas estudiantiles y otras responsabilizadas con el cerco al cuartel Moncada, (yo me encontraba entre estos), ni que los guardias fueran impactados por el obús y tuvieran que salir.
Se realizó con entero éxito el ataque a la Policía Marítima, donde fueron capturadas amas. Similares resultados lograron el asalto a la Ferretería Dolores. No fue tomada la Jefatura de la Policía Nacional, en la Loma del Intendente, pero sí incendiada pese a la resistencia de sus defensores.
En esta última acción, dijo Frank, “perdimos tres indispensables puntales del Movimiento: José Tey, Otto Parellada y Tony Alomá”.
Tras apreciar la situación con su Estado Mayor, Frank ordenó el repliegue de sus efectivos, que tuvieron solo tres bajas mortales, mientras las fuerzas del régimen batistiano reportaron cuatro muertes y varios heridos.
Es explicable el hecho de que los revolucionarios sufrieran solamente tres muertos, no obstante la superioridad en hombres y pertrecho de los militares de la tiranía, que envió a su tropa élite de paracaidistas hacia Santiago de Cuba: Los santiagueros protegieron a los combatientes acogiéndolos en sus casas, y mucho más, se sumaron a la lucha contra elrégimen que fue hundiéndose cada vez más en el crimen y el oprobio. No en balde Santiago de Cuba ostenta el Título Honorífico de Ciudad Heroica.
El levantamiento, ciertamente, no coincidió con el desembarco, pues se retrasó dos días al perder velocidad el yate Granma por la sobrecarga humana, armamento, combustible y alimentos; el mal tiempo imperante durante casi toda la travesía hizo mucho más lenta la navegación en una mar embravecida, y además hubo que buscar al expedicionario Roberto Roque Núñez, caído al mar cerca de las costas cubanas. “De aquí no nos vamos; hay que encontrarlo”, ordenó Fidel. Roque fue rescatado, no abandonado, aunque se demorara la llegada a tierra de la expedición.
Los expedicionarios lograron desembarcar al fin el 2 de diciembre de 1956. Esa tarde Frank Pais se reunió en Santiago con algunos compañeros y afirmó: “Desembarcó Fidel… Ahora a apoyarlo. Esto será una ola que nadie podrá parar”.
Tras las primeras dificultades y reveses, Fidel Castro pudo agrupar a ocho de sus hombres y siete fusiles el 18 de diciembre en la zona montañosa de Cinco Palmas, donde afirmó con desbordado entusiasmo: “¡Ahora sí ganamos la guerra!”.
Se internó entonces en la cordillera de la Sierra Maestra y su núcleo guerrillero creció con los campesinos y citadinos, hasta formar una columna madre, que en el transcurso se multiplicó para extenderse con el apoyo popular a otros frentes de Oriente, Centro y Occidente y culminar con la victoria del primero de enero de 1959, próxima a cumplir su LXV aniversario.