Se fue diciembre, días de encuentros familiares, de felicitaciones por Navidad, dando paso a un nuevo año; un 6 de enero que atesora una fecha muy esperada por los niños: el «Día de los Reyes Magos», ambas festividades cristianas, hoy no tan religiosas y sí fuentes de grandes ingresos para los comerciantes de juguetes y todo tipo de regalos.
Y ese «Día de reyes», como también se le conoce, pone fin a la Navidad, pues realmente esos tres personajes son un símbolo navideño surgido, a partir de esa tradición.
Origen de la Navidad
Es una festividad cristiana que conmemora el nacimiento de Jesucristo, el 25 de diciembre, según el calendario gregoriano, fiesta que, a pesar de su origen religioso, es comúnmente celebrada incluso por los ateos como una fecha dedicada a reunirse con los más allegados.
Cuentan que fue el emperador Flavio Valerio Aurelio Constantino (Naissus, 27 de febrerode c. 272 – Nicomedia, Bitinia y Ponto, 22 de mayo de 337), el primero en legalizar el cristianismo en el Imperio romano, al parecer, con la intención de interpolar las prácticas cristianas con otras más antiguas, y estableció el 25 de diciembre para la conmemoración del nacimiento de Jesús. El término navidad proviene del latín «nativitas», que significa nacimiento.
Esa fecha estaba relacionada con algunas de sus fiestas principales: Sol Invictus, celebrada por los romanos, para rendir culto a la divinidad solar, asociado al nacimiento de Apolo, dios del Sol. Las fiestas paganas Saturnales, por su parte, existían varios siglos antes del nacimiento del cristianismo. La sociedad romana era politeísta y creía en una serie de divinidades protectoras de distintas áreas de la vida. Por ejemplo, para la agricultura y la cosecha se adoraba al dios Saturno en fiestas paganas en su honor llamadas Saturnales.
Ni magos, ni reyes
La única mención que se conoce sobre estos tres personajes aparece en la Biblia, en el evangelio de San Mateo, donde se menciona a unos «magos», de quienes no se dan nombres, ni se dice que fueran reyes ni tampoco que fueran tres. El Evangelio relata que unos magos llegados de Oriente fueron guiados por una estrella para que adorasen al rey de los judíos que acababa de nacer.
Los evangelios apócrifos o falsos son los que en realidad aportan más datos sobre los «Magos de Oriente», con amplias descripciones sobre estos personajes. En ellos, el término «mago» se ha de interpretar como un sinónimo de «astrólogo», un sabio que puede, a través de la lectura de las estrellas, predecir acontecimientos.
Con el paso del tiempo la religión católica adoptó la tradición de celebrar la llegada de los Reyes Magos el 6 de enero, día de la Epifanía (palabra griega epipháneia, (mostrar o hacer visible), cuando Jesús fue presentado al mundo, marcando el fin de la Navidad.
Oro, incienso y mirra
Los presentes que los Reyes Magos brindaron al niño Jesús tienen un profundo significado simbólico. El incienso, utilizado en ceremonias religiosas, representa la divinidad, subrayando su naturaleza sagrada; el oro se relaciona con el poder, la realeza; la mirra es un producto de color ambarino rojizo que se obtiene de la resina del árbol Commiphora myrrha, que crece en el noreste de África, Arabia y Turquía, de gran uso medicinal en la antigüedad. Representaba la definición de un Dios en el cuerpo de un hombre que sufriría para salvar a la humanidad, que estaría ligado a los sufrimientos de cualquier otro humano, la muerte entre ellos.
Los nombres
Existen distintas teorías sobre el origen de los nombres y sus rangos. Una de ellas afirma que estos proceden de una larga tradición medieval que los bautizó como Melchor, Gaspar y Balthasar. Por otro lado, en una de las piezas más excepcionales de la literatura española del siglo XII, el llamado Auto de los Reyes Magos, el texto teatral más antiguo que se conserva en lengua castellana, aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar, pero no son definidos como «reyes» sino como steleros, es decir, astrólogos.
Esos apelativos aparecieron por primera vez en el famoso mosaico del siglo VI en la basílica de San Apolinar el Nuevo en la ciudad italiana de Ravena. Según un manuscrito del siglo XIII, se creía que los magos podían proteger contra la epilepsia, y bastaba con rezar una breve oración al oído de un enfermo pronunciando el nombre de los tres Reyes para curarlo.
Religión vs. Marketing
Hoy, en pleno siglo XXI, en muchos países se mantiene la tradición de los Reyes Magos; los niños escriben una carta expresando sus deseos y en la noche del día 5 de enero se duermen soñando con las figuran de esos seres divinos que les traerán los juguetes pedidos. En algunos lugares se les dejan dulces para que repongan fuerzas y agua para sus camellos, el supuesto medio de transporte de los tres viajeros.
Sólo que en estos tiempos que corren también hay otro personaje que compite con los Reyes Magos, un viejecito de barba blanca y traje rojo, surgido en Turquía, en el siglo III donde un niño llamado Nicolás se quedó huérfano y heredó una grandísima fortuna de sus padres. Cuando creció, se convirtió en sacerdote, y quiso destinar gran parte de su fortuna a ayudar a niños y desamparados. Hay quienes dicen que fue en ese momento cuando comenzó la tradición de hacer regalos a los más pequeños de la casa, traídos por Papá Noel o Santa Claus.
Vaciar los bolsillos
Estas fechas se han convertido en un motivo de reunión familiar, aunque no todos compartan creencias católicas. Se compran regalos y se preparan comidas típicas. En algunos países no puede faltar de postre el famoso roscón para los reyes magos, una de las tradiciones introducidas en épocas más actuales, producto de la comercialización añadida a estas tradiciones.
Por ejemplo, según datos de la Asociación Española de la Industria de Panadería, Bollería y Pastelería, más de la mitad de la población de España (unos 46 millones) consume habitualmente el roscón, cuyo precio oscila entre los 25-30 euros, para unas cuatro o seis personas al cual se le ha sumado una taza de chocolate o café caliente, por lo cual las panaderías que operan en estos días obtienen jugosos beneficios debido a la gran demanda.
También están las jugueterías, cuyos fabricantes se frotan las manos en estas fechas, cuando las tiendas se abarrotan de padres y familiares, en busca de los juguetes que los más pequeños de casa le han pedido a Santa y a los Reyes Magos.
Comercio pujante
Aunque tradicionalmente la Navidad ha estado asociada a valores como la solidaridad, el amor y la compasión, esta festividad ha ido evolucionando con los años hasta convertirse también en un potente motor comercial. Las tradiciones de esos días esconden tras de sí un plan de mercado minuciosamente elaborado que busca conquistar al consumidor: el llamado «marketing navideño», en el cual intervienen hasta los villancicos, cuyas letras y melodías también son concebidas con ese fin.
Manipular las emociones
Actualmente se aplica el «Neuromarketing», disciplina que fusiona técnicas de neurociencia y psicología con estrategias de mercadotecnia, cuya mayor aplicación es precisamente durante esas festividades de diciembre, cuando los comerciantes y las marcas famosas, sólo tienen un objetivo: lograr grandes ventas, con enormes ganancias.
Un artículo de la revista National Geographic, señala que: «Las estrategias comerciales y las emociones de la Navidad están en gran medida determinadas por el modo en que generamos tradiciones, induciendo a las personas hacia la «mentalidad de rebaño», es decir, influenciar sus decisiones, en base a las prácticas de consumo de «aquellos que nos rodean primando lo emocional sobre lo racional», logrando ventas millonarias.
Etapa mágica
Pero aunque esas tradiciones de origen religioso, devinieron objetos de consumo, no puede negarse que se trata de una etapa mágica en el año, cuando las luces adornan las calles; se producen los encuentros con familiares y amigos; la Noche Buena, los arbolitos, Papa Noel, la Navidad, los Reyes Magos. Vivencias que sacan las emociones a flor de piel, que alegran la vida de los seres humanos, momentos que, afortunadamente, parecen haber llegado para quedarse.