¿Ser revolucionaria, o, estar con la Revolución?
“En cinco “perseguidoras” vinieron a buscarme a mi casa; a una sola mujer con sus dos hijos pequeños, de 8 y 4 años. ¡Qué valientes eran ellos! ¿No les parece?”. Así, relató Thelvia Marín Mederos (Sancti Spiritus, 1922), uno de los episodios más crueles y, al propio tiempo, más corajudos, de su trayectoria insurreccional en La Habana del año 1957; entre todos los avatares de su vida, siempre dedicada desde su niñez a cuanto fermento revolucionario aconteciera en la isla.
Recuerda que aquel día, 17 de julio, le telefoneó la madre de uno de los integrantes de la célula insurreccional que ella dirigía; para que se pusiera a salvo porque los esbirros de Esteban Ventura Novo se habían llevado preso a su hijo… A los pocos minutos, aparecieron los policías y después de registrarlo todo la esposaron frente a sus dos hijos, de 4 y 8 años, para trasladarla a la Quinta Estación de la Policía Nacional, que radicaba en la calle Belascoaín (ahora, Padre Varela) esquina a Figuras. (En la actualidad, en el mismo sitio está la escuela secundaria “Bartolomé Masó” con un parque al fondo.)
Allí habían llevado a seis integrantes del grupo clandestino, a los que estaban golpeando y torturando implacablemente. Ella también era joven (35 años), pero como jefe, tenía el deber de mostrar el máximo valor para apoyarlos, servirles de ejemplo, levantar la moral y, ante todo, preservar el silencio de aquellos jóvenes. Después de ser sometida a vejámenes e interrogatorios interminables por los esbirros el teniente Carratalá y Alfaro; Esteban Ventura la interrogó, y violento ante su silencio, tratando de atemorizarla, le dijo: «Así es que te crees muy valiente, pues en la habitación de al lado tengo a tus dos hijos: los voy a torturar y a matar, a ver si aguantas” …
Thelvia, como una fiera, se abalanzó al cuello de Ventura, gritándole: «Puedes matarlos, ellos me estorban, no voy a hablar.» Ventura tuvo una reacción histérica, mientras chillaba: «Saquen a esta mujer de aquí; estas revolucionarias no son madres; es un monstruo. ¡Que no me mire, quítenme esos ojos de arriba! ¡Llévensela!»… Así fue, cada vez que Ventura se le acercaba.
¿Quién era Thelvia entonces? ¿Qué responsabilidades ocupaba en el Movimiento 26 de Julio? ¿Por qué la estaban buscando justamente en aquellos momentos?.
Entre las múltiples responsabilidades insurreccionales que tomó para sí, en 1956, designó la casa de veraneo que ella y su esposo, el Dr. Jorge López Valdés, tenían en Santa María del Mar, como el lugar donde se celebró, una de las dos únicas reuniones nacionales que contaron con la presencia de los Jefes de cada provincia, o sea, de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio.
En esta segunda reunión, presidida por Frank País (Santiago de Cuba 1934-1957), él leyó personalmente, entre otros puntos de la agenda, las instrucciones contenidas en la carta de Fidel sobre el alzamiento del 30 de noviembre de 1956, para apoyar la llegada a costas cubanas del yate Granma. Thelvia conocía los nombres y la ubicación de todos los implicados en estos hechos, en Cuba y en el exterior.
¿Qué valor tenían para el enemigo las informaciones que ella poseía? Inmenso. ¿Por qué las calló a toda costa? Mientras la interrogaban y vejaban, Thelvia recordaba la frase martiana «Hacer en cada momento lo que cada momento requiere» y, tomó la decisión de callar, porque eran muchas vidas las que dependían de su silencio. Era enorme la responsabilidad que había pesaba sobre ella.
Thelvia conocía por medio de otra compañera de lucha (Melba Hernández), que Esteban Ventura Novo era un paranoide aberrado, hipersensible al tema de su madre; ello tenía que ver con su vestimenta más significativa: en lugar del uniforme de reglamento usaba un traje de dril cien blanco, el cual era un símbolo de su particular concepto de la “pureza”. Por tal motivo, se mostró muy agresiva: apeló al cinismo transgresor de sus imprecaciones y a la violencia contra el esbirro.
¿Cómo lograron sobrevivir, ella y sus niños? Minutos después de la captura de Thelvia, llegó a la casa el abogado Miguel Ángel Duque Estrada, quien quiso presentar el recurso de habeas corpus. La presencia en la Quinta Estación de la dirección Nacional del Partido Ortodoxo, logró que liberaran de una vez a aquel grupo de combatientes.
Meses después de los hechos sucedidos, Thelvia recibió la orden de alzamiento para que se uniera al Segundo Frente Oriental “Frank País”, pues su situación en La Habana, había llegado a un punto de extremo peligro. No obstante, el compañero Rolando Blanco recuerda, y así lo expresa en su intervención en la actividad de la UNEAC, que vio su salvoconducto: una tarjeta blanca con tres círculos en azul y una contraseña. Ella no llegó a alzarse, permaneció como combatiente clandestina en la ciudad, para continuar realizando las funciones que comandaba directamente.
El 1º de enero de 1959, al conocerse la huida de Batista y la rendición de las fuerzas gubernamentales, ante el avance incontenible de las tropas insurrectas del M-26-7, apoyado masivamente por la huelga general nacional, Thelvia regresó a su casa junto a sus dos niños y esposo.
Mientras todo el pueblo, en su mayoría sorprendido por el triunfo de las fuerzas revolucionarias, celebraba con fiestas, bailes, música y fanfarrias, como si se tratara de un carnaval; el hijo mayor de Thelvia, que acababa de cumplir 10 años, se le abrazó con lágrimas en los ojos y le dijo: «Mamá, cómo hemos sufrido».
Thelvia Marín era aún una mujer en plena acción (al momento en que se realizó esta entrevista en 2010). La vitalidad que siempre la ha caracterizado se transforma continuamente en una labor cultural intensa, dedicada a una diversidad de proyectos que ella disfruta: escribe poemas y novelas; pinta; se sube a los andamios para hacer nuevas obras escultóricas, tanto en Cuba como en el exterior, opta por el formato monumental o la escala natural. En gran parte, esta obra es histórica, pues tiene como protagonistas a los héroes de nuestra Historia: Serafín Sánchez, Camilo Cienfuegos, Colina Lenin, Faustino Pérez…[v]
También ofrece lecturas de conferencias sobre el pensamiento de José Martí y Pérez, que siempre ha sido la guía de su vida espiritual y ciudadana, y rememora la historia de la lucha por la liberación nacional (1953-1959).
Por sus virtudes y méritos de toda índole ha sido nombrada: Hija Ilustre de Sancti Spíritus; Huésped Ilustre de Quito; Hija adoptiva de Regla (municipio de la provincia Ciudad de La Habana), de Cabaiguán y de Yaguajay (municipios de la provincia de Sancti Spiritus).
Ha recibido honores nacionales: distinciones Por la Cultura Nacional, La Giraldilla, Gitana Tropical; medallas XX Aniversario; XX Aniversario de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; Por la Lucha Clandestina; la Placa Vicente García. De la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), es miembro de honor por su participación en la prensa clandestina y guerrillera, y le fue otorgada la Medalla Félix Elmuza, entre otras.
Ella es la primera mujer ex combatiente del llano que brinda su testimonio en “La Revolución y la Escritura”. Ha fundamentado con el ejemplo de su propia vida la tesis central de la intervención que efectuó magistralmente en la UNEAC: “No es lo mismo ser revolucionaria que estar, o no, con la Revolución”.
Esperamos escuchar pronto a muchas otras mujeres con historias de vida semejantes y su misma altura de mira; a nuestras auténticas heroínas vivas.