En las proximidades del pueblo de Ceballos, provincia de Ciego de Ávila, están reconstruidos unos dos kilómetros de la histórica Trocha de Júcaro a Morón.

La sólida línea de fortificaciones fue edificada en 1872, ubicada a unos 450 kilómetros al Este de La Habana, por el gobierno español, al tomar auge en la zona oriental del país la llamada Guerra de los Diez Años, para impedir el paso de las tropas mambisas al centro y occidente de la isla.

El general español Blas Villarte, conde de Valmaseda, ante el hostigamiento de los generales Ignacio Agramonte, Antonio Maceo y el dominicano, Máximo Gómez, toma la iniciativa de construir esa barrera defensiva ante los embates del ejército libertador cubano.

Considerada por especialistas militares como fortaleza inexpugnable, formada por 68 fortines 67 blocaos con tres puestos de escuchas, entre unos y otros, una trinchera alambrada que llego a tener casi 90 kilómetros y estacadas dobles de casi dos metros para impedir el paso de la caballería cubana.

Unas 30 piezas de artillería de distintos calibres y unos 12 mil soldados españoles defendían La Trocha, que contaba, además, con un sofisticado sistema de comunicación para la época con espejos y lámparas que transmitían señales con mensajes de un fortín a otro.

A pesar de todo el despliegue bélico de la metrópoli, El Águila de la Trocha, el coronel cubano Simón Reyes, nativo de la zona, la cruzó de un lado al otro en innumerables ocasiones utilizando la táctica de atar en la cola de los caballos pencas de guano que originaban una gran polvareda.

Los españoles se concentraban para repeler una gran columna, mientras los cinco o seis jinetes daban un giro de 45 grados antes de llegar a las fortificaciones y el resto de los cubanos cruzaban para el occidente o a la inversa, sin tener bajas ni gastar municiones.

El genio militar de Gómez también burló en numerosos combates a las tropas españolas y en una oportunidad traspasó la considera inexpugnable línea de defensa sin disparar un solo tipo y cantando el Himno Nacional.