Don Fernando Ortiz dijo que el pequeño plumífero negro hacía tanto daño a las cosechas y aún al azúcar almacenado, que era costumbre en los antiguos ingenios poner a un esclavo a cuidar que los totíes no picotearan esos sacos. A su vez, ellos solían robar de ellos y decirque eran esas aves la responsable del faltante. Así surgió la frase La Culpa De Todo La Tuvo El Totí, que usamos los cubanos para eludir la responsabilidad ante un problema.
Me resulta recurrente la expresión precisada por el sabio cubano cuando hay omisiones, desaguisados, falta de transparencia o cualquier otra anomalía comunicativa y el común de los mortales les atribuye la responsabilidad a una mala prensa, un pobre periodismo.
A esa humilde Ptiloxena atroviolacea (totí) le achacaron cuanto hecho nefasto ocurría sin autor conocido o ignorado exprofeso, porque a veces otras fuerzas ajenas a la verdad ejercían su poder para enmascararlo.
Pero eso no es válido en nuestro país, desde que en 1959 se instauró un concepto diferente de comunicación, enemigo del ocultamiento, el amañamiento o el del engaño, que no admite –por principios— la distorsión, manipulación o tergiversación de la realidad.
Claro, eso es en la teoría, avalada por directivos y estructuras de todos los niveles, refrendado ahora por una legislación que entra en vigor en estos días y a la que habrá que apelar con insistencia para crear conciencia y hacer efectivos sus propósitos.
¿Y que me provoca esta reflexión? El muy cercano episodio ocurrido en la Finca de los Monos y las observaciones nacidas en torno a su proyección pública.
Mi colega y amiga Diana Domínguez escribió al respecto en Facebook: ¿La culpa es de quien recibe la noticia y se asusta? ¿De quien teme por sus hijos y nietos jóvenes y adolescentes? ¿Es la nueva Ley de Comunicación Social quien debe resolver el problema? ¿En serio es responsabilidad de la prensa únicamente?.
Su nota es extensa y recomendable para la reflexión. Habla de «los que creen lo que les dicen»; de aquellos “que nunca creo nada, que ya voy a hablar de manipulación”; de algunas de las fuentes que la promueven desde afuera e incluso de las extranjeras que lo reportan desde adentro; y advierte de cierta morosidad en la local para salirle al paso.
Otra colega y amiga, Mercy Ramos Chaviano, comenta “Es hora de salir al paso a las manipulaciones. Es importante que las autoridades tomen cartas en el asunto y evitar que esas «noticias» den al traste con la tranquilidad ciudadana”.
Otro buen amigo periodista Mario Hubert Garrido opinó “Ten por seguro que la ley no va a resolver todo lo que con razón dices…Veremos si esa letra al menos conmueve a alguien”
Entre las opiniones que genera ese comentario escojo: .En los medios sólo sale la respuesta para desmentir cuando ya las redes están inundadas de noticias, verdaderas o falsas, verdades completas o medias verdades…. No importa si estaba o no autorizada, y el hecho de que no hubo víctimas fatales es «puro milagro». La cultura destructiva de los valores es desde hace años una guerra sistemática que promueven los centros de inteligencia de los EEUU contra los jóvenes. Objetivo: desmovilizarlos desviando la rebeldía propia de esas edades, hacia zonas no confrontaciones con el sistema mercado-poder-consumo.
La nota del Gobierno de La Habana está generando reacciones poco favorables. En lo personal me parece un tiro en el pie minimizar el incidente en el hecho de que no hubo muertos. Para la violencia percibida, el muerto es lo de menos. La gravedad es la naturalización de esos fenómenos en nuestra juventud. Hay que ver los videos de pandillerismo, de mafias, de adolescentes armados con armas blancas en zafarrancho. Hay que acabar de asumir que parte del problema está en la promoción cultural que estamos haciendo. Jóvenes marginales, música marginal (¿quién valida a grupos como los que participarían en eso?) y les damos un espacio para que eso confluya…lógico que eso iba a terminar mal, tarde o temprano.
Humberto López esclareció algo en el Noticiero Nacional de Televisión de lo ocurrido mediante una labor periodística que debía ser común ejercitarla. ¿Alguien habrá entrevistado o entrevistará a la funcionaria que aseguró en la televisión que la actividad programada había sido debidamente coordinada? ¿Se le dará seguimiento al incidente en sus mas variadas vertientes (¿pandillas armadas? ¿marginalidad juvenil? ¿desórdenespúblicos y consecuencias?)
El tiempo dirá si percibiremos los efectos de la voluntad de transparencia y conexión con la realidad que se expresa en la tan debatida y necesitada Ley de comunicación.
Esperemos que si, para que la prensa, el periodismo cubano, deje de ser el totí de nuestros males comunicativos.