3ra Edición

2da Temporada

La irrelevancia para América Latina de los debates europeos

La irrelevancia para América Latina de los debates europeos

Sergio Arancibia escribió una nota seminal, embarazada de muchos temas significativos e importantes, y termina llamando a un debate. Sea. Un debate sobre el debate.

Lo mío no es oponerme a lo que Arancibia expone, sino tomar un par de asuntos que sin lugar a dudas reclaman un detenido examen y más de algún prolijo comentario. Prolijo no en su acepción de ‘largo y dilatado en exceso’, ni de ‘impertinente y pesado’, sino en la de ‘cuidadoso y esmerado’.

Para comenzar, Mario Draghi, “economista altamente reputado en el contexto europeo”, no es sino un economista de los que abundan. Un funcionario bancario, promovido a altas funciones gracias a su obsecuente aplicación de las reglas impuestas por el pensamiento único: el neoliberalismo.

Un vistazo a su carrera… -presidente del Consejo de Ministros de Italia (2021-2022), presidente del Banco Central Europeo (2011-2019), director ejecutivo del Banco Mundial (1985-1990), y vicepresidente para Europa de Goldman Sachs (enero 2002-enero 2006)-, me exime de la obligación de ofrecer pruebas de su adhesión al neoliberalismo.

Esto no importa sino en la medida en la que las sugerencias en materia económica del Mario Draghi de hoy, no son sino remedios caseros para los desastres generados por las políticas económicas propiciadas por el Mario Draghi de ayer. O de antes de ayer.

Draghi nunca se opuso -por ejemplo- a la imposición de la independencia del Banco Central Europeo (BEC). Independencia de los pueblos de la Unión Europea. El BCE se mueve a su aire (o más bien al aire que le imponen los mercados) sin tomar cuenta de los intereses ni de la opinión de los 450 millones de ciudadanos de la Unión Europea (UE).

Acuñar moneda -históricamente- fue considerado un símbolo de la soberanía de una región, de un país o de un… soberano. La construcción de la Unión Europea al margen de la aprobación de sus ciudadanos, e incluso en contra de su voluntad democráticamente expresada, ha sido la norma.

En el año 2005, para dar un ejemplo, los ciudadanos franceses votamos contra el Tratado de Maastricht (o Tratado de Roma II) que establecía una Constitución Europea que se situaría por encima de la nuestra, aplastando nuestra propia soberanía.

De ahí en adelante, los gobiernos franceses elegidos cada cinco años no dispondrían de poder ninguno en materias en las que la Nación Francesa “le cedía sus competencias” a un areópago de burócratas nombrados a dedo, del cual Mario Draghi formó parte.