Héctor Ochoa in Memoriam
Héctor Ochoa

Su desaparición física, cuando pensábamos que estaba en recuperación, nos privó de festejar con este jaranero, dinámico y legendario reportero fílmico su muy bien merecido Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida, recién concedido.

El Grupo Asesor, que es también gestor de esta naciente publicación digital, lo había propuesto para el galardón por sus muchos méritos a lo largo de mas de 60 años de servicio destacado en su carrera tras los lentes de su histórica “cámara de cuerda” Bell & Howell. La que usó en los combates de Playa Girón y que se exhibe en un prestigioso museo santiaguero.

Como ya escribí, pero es válido reiterar, este “mulato curtido en tareas al aire libre… siempre estará en la memoria de quienes le conocimos como un hombre enérgico y directo al hablar”. Orgulloso de portar siempre una añeja boina verde olivo, de un joven miliciano caído en Playa Girón, “cuando filmó la derrota mercenaria y un rotundo triunfo de sus ideas patrióticas”.

A ese “torbellino indetenible”, como lo califiqué, me unieron muchos momentos de mi paso por la vicepresidencia de la UPEC, vinculados siempre a sus vivencias registradas en celuloide y en su fabulosa memoria, a lo que unía un atractivo singular para narrar los episodios reportados.

Hacía solo un par de semanas antes de su muerte le había preguntado por teléfono, por encargo de la directiva del Grupo Asesor, cuánto tiempo llevaba en nuestra organización gremial y su respuesta, como acostumbraba, me llegó en breve ráfaga verbal: “desde su fundación, cuando filmaba a Fidel batiéndose en Oriente durante el Flora”. Era 1963, yo aún era estudiante de preuniversitario.

Reitero ahora otra imagen ya descrita de ese impetuoso veterano: “en mis tiempos de dirigente de la Upec, irrumpía en mi oficina con materiales en elaboración y/o ideas para recrear pasajes de la historia de nuestra Revolución de la que había sido testigo”.

A veces ni se percataba que yo estaba reunido o concentrado haciendo algún trabajo: pedía permiso (o no) soltaba lo que tenía entre manos (o en su mente), me decía “ayúdame en esto” y a continuación se despedía con “gracias, jefe, nos vemos luego”. Creo que me demoro mas en narrar la escena que el tiempo que él ocupaba en desarrollarla.

Y sigo reiterando lo que ya publicó Cubaperiodistas: “Su entusiasmo contagiaba, porque además de lo sensato de su propósito, lo expresaba en una jerga popular y cariñosa, difícil de no hacerle un ser sumamente simpático”. Y añado ahora: imposible decirle que NO.

Durante 12 años lo observé constantemente en la Upec, sobre todo en actividades de corte histórico. De una de ellas, la presentación de un libro sobre Fidel, en la que intervino con su habitual vehemencia expresando su admiración por el Comandante en Jefe, de quien estuvo cerca en trascendentales acontecimientos, son las fotos que acompañan estas líneas.

A finales del pasado febrero, cuando le llamé, acababa de salir del hospital, donde se trató dolencias a las que debía darle seguimiento con varias pruebas. Nada me indicó que sería nuestra última conversación porque seguía con su energía intacta y la memoria envidiable.

Compartimos la satisfacción de haber sido propuestos ambos por el Grupo Asesor para el Premio que lamentablemente no pudo sostener entre sus manos.

Héctor Ochoa era mas que un excelente camarógrafo y documentalista, multipremiado y ejemplo de profesional forjado en el quehacer desde abajo. Era y es un ejemplo a seguir.

En una excelente entrevista expresó, con esa cubanía que se le desbordaba “¡Yo soy guapo! Para ser periodista hay que ser valiente”.

De ello concluí que esa convicción suya es un mensaje que trasciende circunstancias excepcionales, “es aplicable al combate que a diario estamos convocados los cubanos ante los desafíos de todo tipo que enfrenta nuestra sociedad”.

En unos pocos recuadros intento resumir algo de su inolvidable existencia:

RECUADRO 1
Entre los documentales realizados por Héctor se hallan El festival de la toronja (1962), El castero (1965), Vanguardias del volante, de los Estudios Cinematográficos de la Televisión Cubana, y La verdad del suceso (2014), (Premio de la Caribbean Broadcasting Union y del festival Caracol de la Uneac).

RECUADRO 2
Fue asistente de luminotécnico en las películas Siete muertes a plazo fijo (1950); Música, mujeres y piratas (1950); La Rosa Blanca, momentos de la vida de José Martí (1953); Más fuerte que el amor (1953); Casta de roble (1954); La pandilla del soborno (1956); y Yambao (1957).

RECUADRO 3
En 1959 comenzó a trabajar como camarógrafo en la Dirección de Divulgación del Palacio Presidencial. Ello le permitió filmar acontecimientos relevantes de la naciente Revolución Cubana, que después eran transmitidos por el Noticiero Nacional de Televisión. Entre ellos, la primera concentración popular efectuada el 22 de marzo del ’59 en dicha casa de gobierno; el primer desfile por el Día Internacional de los Trabajadores, en la Plaza de la Revolución; la I Declaración de La Habana; el último discurso de Camilo Cienfuegos el 26 de octubre de 1959…

RECUADRO 4
“Pionero de la fotografía en el cine cubano” durante el I Festival Nacional UNEAC de Cine (1984); Premio Festival de Nueva York (2004) por el documental Médicos en Girón; Artista de Mérito del Instituto Cubano de Radio y Televisión (2007); Premio Nacional de Televisión por la Obra de la Vida (2009).

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