El primer día de 2025 mostró la firme posición de la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, ante el nuevo inquilino de la Casa Blanca, al cual le lanzó una contundente advertencia: «Si el Gobierno del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, hace una deportación masiva de hondureños, las bases militares estadounidenses en territorio de este país no tendrían razón de existir».
La respuesta de la Jefa de Estado fue la primera declaración concreta de un dirigente de Centroamérica sobre el plan migratorio de Trump. En un mensaje trasmitido el primero de enero, por la cadena nacional de radio y televisión Castro expresó: «Frente a una actitud hostil de expulsión masiva de nuestros hermanos, tendríamos que considerar un cambio en nuestras políticas de cooperación con Estados Unidos (EE.UU.), especialmente en el campo militar, en el que sin pagar un centavo por décadas mantienen bases militares en nuestro territorio».
Como parte de su programa de gobierno en un segundo mandato, no consecutivo, iniciado el 20 de enero último, el millonario republicano prometió aplicar medidas drásticas en las relaciones bilaterales, el comercio, la seguridad, y la política migratoria en Latinoamérica, aspecto este último que comenzó a cumplir desde antes de su toma de posesión, con redadas y deportaciones inmediatas de migrantes ilegales de países del área, tarea encomendada a Tom Homan, el llamado «zar de la frontera» de la segunda «era Trump»
Medio millón de hondureños viven en Estados Unidos
En su mensaje, la primera mujer en ocupar la Casa Presidencial, en Tegucigalpa, la capital del país, también expresó su confianza en que el nuevo gobierno de Trump «sea abierto al diálogo constructivo y amistoso y que no tome represalias innecesarias contra nuestros migrantes, que por norma hacen un gran aporte a la economía norteamericana».
Según datos del Departamento de Seguridad Nacional, alrededor de 560 mil hondureños viven en EE.UU. sin estatus legal. De ellos, al menos 150 mil podrían ser localizados y expulsados rápidamente, lo que impactaría severamente a familias y comunidades del país.
El Banco Central de Honduras reportó que en agosto de 2023 las remesas familiares sumaron 9 177 millones de dólares y el 91,1% de estos envíos procedían de EE.UU., representando alrededor del 25% del producto interno bruto (PIB) de la nación. Las remesas constituyen el aporte fundamental para el sustento de muchos hogares hondureños, al igual que en varios países del área.
Reacciones a la advertencia de Xiomara Castro
Las reacciones al discurso de Xiomara Castro fueron diversas. Por un lado, sectores de la oposición política criticaron la postura de la presidenta por considerar que es «una declaración de guerra económica y política contra el principal aliado comercial de Honduras». Para el sector empresarial se trata de una actitud «populista» alejada de la real dependencia económica del país con Washington.
Sin embargo, movimientos sociales y organizaciones de izquierda, sí aprueban un replanteamiento de las relaciones bilaterales y calificaron el discurso de la mandataria como «un acto de afirmación soberana, un eco de las luchas históricas del pueblo hondureño». «Revisar el papel de Palmerola, señalaron, no sólo es una cuestión de justicia histórica, sino también una oportunidad para imaginar un modelo de cooperación, que no dependa de la subordinación militar».
En su alocución el primer día de este año, la jefa del Ejecutivo se refirió, en particular, a la base aérea «José Enrique Soto Cano», también conocida como «La Palmerola», ubicada al sur de la ciudad de Comayagua, antigua capital del país centroamericano, establecida en 1981 durante la administración de Ronald Reagan mediante un acuerdo con el gobierno de Tegucigalpa.
Desde allí operan la Fuerza Aérea Hondureña (FAH), la Academia Militar de Aviación de Honduras, así como la misión militar estadounidense «Fuerza de Tarea Conjunta Bravo», perteneciente al Comando Sur de Estados Unidos. La FAH también opera desde bases ubicadas en Tegucigalpa, Comayagua, San Pedro Sula, y La Ceiba.
Palmerola, un pasado «tenebroso»
El pasado de Palmerola fue tenebroso, dejando una estela de asesinatos, desapariciones y torturas. «Palmerola nació como una base para controlar el avance del comunismo internacional, particularmente contra el gobierno sandinista de Nicaragua, y además para tener un punto estratégico en el corazón de América, que es Centroamérica», dijo a la Voz de América (VOA), Reina Rivera Joya, abogada y analista especializada en derechos humanos en Honduras.
En los años 80 del pasado siglo, esa instalación fue utilizada como una base de operaciones de la «contra», cómo se conocieron las fuerzas paramilitares entrenadas y financiadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de EE.UU. para intentar contener el avance de movimientos revolucionarios en Centroamérica, particularmente en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
Desde Palmerola, los «contras» lanzaban sus ataques terroristas, actuaban los escuadrones de la muerte y misiones especiales que dieron como resultado miles de asesinatos, desaparecidos, torturados y lisiados, entre la población civil sembrando el terror en Centroamérica, todo eso bajo las órdenes del tristemente célebre exteniente coronel del Cuerpo de Marines (Infantería de Marina) de los EE.UU., Oliver Laurence North, al servicio del entonces presidente Reagan.
En 1989, Human Rights Watch (HRW), (Observatorio de Derechos Humanos), Organización No Gubernamental (ONG) dedicada a la investigación, defensa y promoción de los derechos humanos, publicó un informe en el que se afirmaba: «Los contras fueron violadores importantes y sistemáticos de las normas más básicas de las leyes de los conflictos armados, incluso lanzando ataques indiscriminados contra civiles, asesinando selectivamente a no combatientes y maltratando a los prisioneros».
El escándalo Irán-contras
North fue el principal autor del escándalo Irán-Contras, cuyo nombre se debió a la venta ilícita de armas a esa nación de Oriente Medio y Asia Occidental, para apoyar a los «contras», proyecto que también tuvo como fuentes de financiamiento el tráfico de drogas y la CIA.
El Congreso estadounidense había prohibido a organizaciones gubernamentales pagar las actividades de la contrarrevolución nicaragüense, pero funcionarios del gobierno de Reagan junto con North, recurrieron al Consejo Nacional de Seguridad (NSC, por sus siglas en inglés), para recaudar fondos destinados a la guerrilla, en momentos que existía un embargo comercial impuesto por Washington a Teherán.
El periódico londinense Spectator reveló entonces, que los periodistas estadounidenses en América Central sabían desde hacía tiempo que la CIA estaba enviando suministros a los contras en Nicaragua, antes de que estallara el escándalo. En noviembre de 1986, el diario libanés Al Shiraa destapó el escándalo Irán-Contras, también llamado Irán-gate.
La segunda «era Trump»
De acuerdo con el periodista Oscar Estrada, del periódico La Tribuna, el contexto en el que la presidenta hondureña emitió estas declaraciones es significativo. «La tensión entre Estados Unidos y países como Venezuela y Nicaragua ha aumentado en los últimos meses, y Palmerola, apuntó, sigue siendo una pieza clave en la estrategia estadounidense en Latinoamérica», sobre todo, en la segunda «era Trump».
En caso de surgir una crisis en Nicaragua o Venezuela, señaló, Palmerola podría servir nuevamente como una herramienta para proyectar poder militar estadounidense en la región y esto plantea preguntas fundamentales: ¿Hasta qué punto Honduras está dispuesta a seguir facilitando estas operaciones? ¿Qué implica para un gobierno como el de Xiomara Castro, que se posiciona en una línea ideológica cercana a estos países, permitir que su territorio sea utilizado para fines que podrían ir en contra de sus aliados regionales?, subrayó Estrada.
Aunque estas son sólo interrogantes, la posibilidad de un retorno a La Palmerola del pasado, no debe verse como remota, teniendo en cuenta el discurso agresivo de Trump y sus propósitos imperialistas de retomar todo lo que en un pasado estuvo bajo el dominio absoluto de su país.
Por lo pronto, ya Washington está mandando sus señales, y no de humo, a partir de la primera gira que realizó el Secretario de Estado norteamericano, Marcos Rubio, por Centroamérica, haciendo escala en Panamá, Costa Rica, Guatemala, El Salvador y República Dominicana, para tratar el tema de la inmigración ilegal.
Rubio excluyó en ese periplo a Honduras, lo que pudiera interpretarse como un mensaje claro para la presidenta Xiomara Castro acerca del aislamiento y las presiones que aplicará Trump a Tegucigalpa, ante el enfrentamiento de la mandataría hondureña a la política de deportación masiva de Washington.