EL PERIODISMO CUBANO POR EL FUTURO

“La mesa está servida”, decimos los cubanos cuando están dadas todas las condiciones para ejecutar una misión, encargo, proyecto o propósito, en cualquier ámbito. En este caso la expresión la empleo en un asunto tan serio como los desafíos para el periodismo cubano actual.
Ya escribí, con poca difusión, que no basta con reconocer esfuerzos y logros en el camino para impedir “devolvernos al pasado de sensacionalismo y prensa privada bajo máscaras nuevas” –expresión del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Miguel Díaz Canel– y para ello hay que redoblar el paso y así alcanzar superiores resultados.
De nuestra profesión hoy, “socialista y martiana, fidelista, solidaria y generosa” –como acotara el Presidente en el reciente XI Congreso de la UPEC— se espera mucho en los nuevos tiempos y como para nosotros no es nuevo el revisarnos constantemente, el sector tendrá que modificar rutinas y esquemas, eliminar temores y malos recuerdos.
Coincido con uno de los sabios que conocí hace tiempo que este es “el mejor oficio del mundo”, y también, en el caso cubano, el más sometido a la autocrítica porque nunca hemos estado satisfechos con lo logrado, porque al servir al pueblo y formar parte de él, sabemos los huecos que nos han faltado por llenar, dudas por despejar, amenazas por explicar mejor, el ayudar a una mayor comprensión de voluntades y realidades.
En muchas ocasiones he subrayado que somos, también, uno de los segmentos de la sociedad que más nos preocupa y ocupa la debida calificación de nuestros integrantes. No conozco muchos que hayan creado hasta un Instituto Internacional para mejorar el nivel de sus miembros (con extensión a otros lares) y tener un sistema con muchos cursos, seminarios y otras acciones de “superación” (que llamaría de actualización o ampliación de conocimientos, porque el término utilizado implica no estar a la altura de lo esperado o necesitado).
Esto, combinado con alianzas vitales, nos ha permitido contar con un alto número de doctores y masters en los últimos lustros, algo impensable hace unas décadas. Nos falta ahora categorizar, a nivel internacional, a cuadros de dirección, muy talentosos, pero carentes de modernas herramientas para ejercer sus funciones.
Entre ellas, a superar este año que se avizora muy complejo en muy diversas facetas, está el dominio de idiomas extranjeros, algo en lo que no siento que haya suficiente énfasis en las bases.
Esa llave abriría puertas al conocimiento de una compleja realidad que llega incluso a desafíos llamados “inteligencia artificial”, campañas de “fue news” y otros métodos contemporáneos de la comunicación, a los que tenemos que estar constantemente enfrentados.
Este es el año en el que debemos dejar atrás definitivamente la sensación de quedarnos cortos en relación con lo que esperan nuestros públicos; del mal sabor que nos deja el edulcorar realidades que merecen un ojo mas analítico, diverso y profundo…
Contamos con el respaldo no solo de las altas instancias políticas del país, expresado en reiteradas ocasiones, incluido el Congreso de la UPEC, sino también con otros niveles de dirección de las diferentes instancias de decisores, en las que se emplea métodos de socialización de la información como “grupos de WhatsApp”, encuentros regulares con medios de prensa y mayor transparencia en su gestión. Hay más aceptación de la crítica para corregir errores u omisiones, aunque aún falta mucho por avanzar.
Estamos en el camino correcto, más aún auxiliados por una Ley de Comunicación Social que responde, tras una década de valoraciones, estudio, crítica y unificación de criterios, a una necesidad estratégica y vital. Cuando nació recordé aquellas dos resoluciones del Buró Político del PCC, en mi tiempo de dirigente en el gremio, que no bastaron para derribar las barreras que frenaban el ejercicio del periodismo revolucionario.
Por eso pienso que el momento es éste. La mesa está servida: es hora de comenzar el banquete informativo-formativo, analítico-crítico, oportuno-ameno, veraz-objetivo, constructivo-útil, para ayudar a lo que Díaz Canel llamó: “diseñar el futuro”.

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