Revista Visión
Edición actual
2da Temporada

Casualidades de la vida

Casualidades de la vida
Compartir:

Como es sabido, reportero que se duerme, no coge noticias. Y nunca he sido dormilona. El acecho profesional siempre ha formado parte de mi preparación profesional. La observación, el aprovechar las oportunidades, lo aprendí de dos mujeres que me enseñaron muchísimo de esta profesión: Mirta Rodríguez Calderón y Marta Rojas.

Era el año 1995 y me encontraba en una reunión de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) que se celebraba en un lujoso salón de un hotel en Río de Janeiro, ciudad a la que casi acababa de llegar para ocupar la corresponsalía de Prensa Latina. Me sentía un poco fuera de lugar en aquel lugar espléndido, con lámparas de arañas, mujeres y hombres vestidos con elegancia y camareros que llegaban a tu lado en el área destinada a la prensa, con bebidas ligeras y entremeses. 

Pues se me antoja ir al baño. La entrada del espacio para las mujeres estaba casi paralela a la de los hombres. Salgo al pasillito que separaba los dos lugares y me tropiezo casi de frente con César Gaviria, para entonces secretario general de la OEA, muy atildado él, con su traje gris y su corbata negra, sus zapatos brillantes. 

En el ¨disculpe usted¨ mío y, el ¨no, no fue mi culpa, estaba distraído, ¨ me doy cuenta que era Gaviria, a quien solo conocía por fotos.

¨Pues mire, Don César, le digo muy protocolarmente, soy periodista y me gustaría muchísimo hacerle dos preguntas¨.

´Pues, como no, dígame…´

Y ahí mismo, en el pasillo que separaba las puertas de los baños conversamos un buen rato esta periodista cubana con las huellas en el rostro del período especial por el que atravesaba su país y el elegante expresidente de Colombia. Mientras, los reporteros locales y de otras agencias ya estaban advertidos que había una periodista hablando con el Sr. Secretario y empezaron a entrar casi a empujones por la puerta de madera labrada que daba acceso a los urinarios.

En menos de un minuto, aquello se llenó de reporteros y fotógrafos.

Como un duende me escabullí sin mucho ruido entre aquella tropa que buscaba –como yo antes- algunas declaraciones o noticias.

El tema fue que Don César, como sé que a él le gustaba que le llamaran, habló en tono alto para que todos le oyeran.

-Las declaraciones de hoy ya las di. Tienen que esperar a que termine la reunión y entonces hablaré con ustedes.

Cuando vi el conglomerado salir del baño ya yo estaba en mi asiento, tranquila, gozando mi noticia que iba redactando en la libreta de notas, pues claro que entonces, en los 90, no tenía ni celular, todavía me faltaba una grabadora y sólo poseía una libreta de notas que felizmente llevaba en mi siempre acompañante cartera. Y claro, esa riqueza que todos poseemos, la memoria, la memoria de la cual tan poco uso hacen los reporteros de ahora, dependientes de un teléfono celular.

Compartir: