Francisco Blanco Ávila, o mejor Blanquito, como era conocido, fue una de las figuras más ilustres y queridas del mundo de las historietas en Cuba, y en otros países a donde llegó su arte, marcado con un inconfundible trazo de identidad nacional.
Su mundo era el de las caricaturas, y en ellas desplegó lo nacional-cubano desde 1948, cuando publicó su primer dibujo en la revista Fotos. Allí despegó su carrera, que no terminó hasta su fallecimiento, a los 90 años, en 2021.
Graduado en la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling (1958), Blanco publicó su primera obra en 1948 en la revista Fotos. Más tarde ingresó como caricaturista en el periódico en El Mundo en 1960 y trabajó en la agencia Prensa Latina tras la desaparición de ese diario.
Sin embargo, quizás una de las etapas más felices de su vida como creador transcurrió en el periódico Palante, un medio muy buscado por los lectores, en el que confluían los mejores historietistas del país. Allí, además de mantener su labor artística, fue su director durante 15 años.
Blanquito, de carácter afable, siempre estaba dispuesto –en cualquier momento y lugar- a una conversación amena, en la que salpicaban anécdotas y chistes.
En su extensa y reconocida trayectoria, fundó también las revistas de historietas Cómicos, LPV, Mi Barrio, y tiras muy buscadas como las de Matilda y sus amigos, Polo Brix contra el ladrón invisible, Los siete samuráis del 70 , Trucutuerca y Trescabitos.
En sus 90 años de vida, y seis décadas dedicadas al trabajo, dejó una obra rica en caricaturas editoriales, 29 exposiciones, 22 libros, diseños gráficos, dibujos e ilustraciones, con reconocimientos en concursos, salones y bienales.
También dio vida a Pequeño mataburros humorístico ilustrado, El Caballero de París, la leyenda que camina, Bolívar en Martí y 5 años, 5 meses y 5 días.
Sin embargo, fue su viñeta ¨Ay, vecino¨, aparecida por primera vez en Palante el 27 de abril de 1967, es la que quizás más recuerdan sus lectores y donde demostró su quehacer como cronista de la realidad cubana de las últimas décadas. Como regalo para la posteridad, dejó más de tres mil entregas de aquellos conversadores de balcones coloniales de La Habana.
Porque eran dos vecinos de cualquier barriada, que en sus conversaciones, llevadas de la mano de Blanquito, mostraban, tras la jocosidad con que encaraban sus problemas, el sentir de los cubanos de a pie. Penetró en el andar cotidiano de un mundo individual, y a la vez general, de una sociedad. Aquellos vecinos de balcón entregaban desde el humor que caracteriza a la población cubana, en pequeñas frases, momentos de grandes angustias, en la agudeza de la crítica sentida ante las angustias de lo cotidiano, pero también de la alegría que acompaña a las barriadas en algunos momentos.
Los ¨vecinos¨ de Blanquito lograban que, más allá de la sonrisa o de la risa que causaban sus diálogos, el público pensara, analizara, e incluso opinara sobre lo que el agudo dibujante transmitía cada semana.
Esta figura tan querida de la caricatura nacional, recibió importantes lauros nacionales e internacionales. Entre ellos, el Premio Nacional de Periodismo José Martí, en 2018, la Distinción por la Cultura Nacional y fue miembro fundador de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales (ACCS).
La obra de Blanquito apareció en muchos órganos nacionales de Cuba. Sus dibujos ocuparon espacios en los periódicos Trabajadores, Granma, Juventud Rebelde, Tribuna de La Habana y la revista Bohemia.
El quehacer de este periodista que supo captar el sentimiento de sus lectores y los entregaba después en trazos perfectos, comprensibles para las grandes masas, también recibió numerosos homenajes en otras naciones, donde su obra siempre representó lo mejor de la caricatura cubana.